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No parece natural que una especie animal pueda sobrevivir sin reproducirse
sexualmente. Sin embargo, a lo largo del tiempo, la evolución ha dotado a las
hembras de algunas especies, incluyendo anfibios, reptiles y peces, de la
capacidad de clonarse a sí mismas, y tener de ese modo descendencia que perpetúe
la especie, todo ello sin necesitar la colaboración de macho alguno.
Una hormiga de la especie estudiada buscando comida. Todas las obreras de esta especie son hembras estériles. (Foto: OIST)
Unos investigadores han llegado a la conclusión de que en las especies en las
cuales las hembras han desarrollado la capacidad de reproducirse sin machos hace
relativamente poco tiempo, la fertilización sexual todavía es la vía que asegura
la supervivencia de la cantidad máxima de descendientes sanos y por lo tanto
todavía se necesitan machos.
En ambientes hostiles, una especie puede aumentar su población más deprisa
cuando sus hembras, para dejar descendencia, no necesitan encontrar machos
apropiados con los que aparearse. Se ha venido asumiendo que esta capacidad
surgió de manera independiente en ciertas especies, ya fuese debido a un
conflicto entre los sexos o a la necesidad de asegurar la supervivencia de la
especie cuando los compañeros aptos para el apareamiento eran escasos. Muchas de
estas especies ahora constan enteramente de hembras.
Alexander Mikheyev y Misato O. Miyakawa, del Instituto de Ciencia y
Tecnología de Okinawa (OIST) en Japón, han examinado la transición evolutiva
desde la reproducción sexual a la reproducción clónica mediante el estudio de un
caso especial: la hormiga Wasmannia auropunctata. Se trata de una especie en la
que ciertas poblaciones se reproducen sexualmente mientras que otras lo hacen
por clonación, aunque en ambas clases de colonias todavía existen machos.
Al igual que en el caso de otras especies de hormigas, los machos de esta
especie fertilizan reinas para producir la casta de las obreras, en la cual
todas ellas son estériles y heredan contribuciones genéticas de ambos
progenitores. Lo peculiar reside en las castas con capacidad reproductora: Los
machos fértiles nacen sin ninguna contribución genética de la reina que puso los
huevos de los que salieron, y las nuevas reinas nacen sin ninguna contribución
genética del padre.
La razón por la que aún hay machos y todavía se lleva a cabo el apareamiento,
en una especie en la que la información genética masculina permanece separada de
la femenina, ha sido un misterio durante mucho tiempo, sobre todo teniendo en
cuenta que las reinas poseen la capacidad de producir por clonación tanto a
obreras como a otras reinas.
Mikheyev y Miyakawa estudiaron colonias de ambas clases de poblaciones, la de
quienes se reproducen sexualmente y la de quienes lo hacen por clonación.
Descubrieron que las reinas inseminadas tenían un porcentaje de éxito de casi el
100 por cien en cuanto a la cantidad de huevos puestos por ellas de los que
surgía una cría, mientras que en el caso de las reinas que permanecían vírgenes,
tanto de la población con reproducción clónica como de la población con
reproducción sexual, la mayoría de los huevos no progresaba más allá de las
primeras etapas de desarrollo del embrión. El apareamiento también estimulaba a
las reinas a poner huevos más rápido, en comparación con lo que ocurría cuando
ese acto se omitía.
Los resultados de la investigación indican que en el caso de la hormiga
Wasmannia auropunctata es poco probable la existencia de lo que se conoce
popularmente como batalla de los sexos. El apareamiento con machos permite a las
reinas producir descendencia más sana que mediante la clonación de ellas mismas.
La actividad sexual también aumenta el vigor de la reina en varios aspectos,
como lo indica la notable mejora en el desove y en el porcentaje de éxito de
eclosión de los huevos. Esto a su vez mejora la salud de la colonia.
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