lunes, 30 de abril de 2012

CENSAN CASI 1.000 ESPECIES MARINAS INVASORAS EN EL MAR MEDITERRÁNEO

agenciasinc.es

Un equipo formado por investigadores de varios países ribereños del mar Mediterráneo, en el que participan biólogos de la Universidad Autónoma de Madrid, lograron censar 955 especies invasoras en el mar Mediterráneo, procedentes casi todas de mares más cálidos. Realizar este tipo de estudios es el primer paso para frenar una homogenización de las poblaciones de los distintos mares y océanos, subrayan los investigadores.


Branchiomma boholense, un poliqueto sabélido del Indo-Pacífico que fue encontrada en el mar Menor y cuyo hallazgo fue publicado por los investigadores de la UAM Eduardo López y Sara Román.

Por el Mare Nostrum se han desplazado desde las épocas más antiguas innumerables embarcaciones, intercambiando ideas, mercancías, especies agrícolas y ganaderas. Pero también, de forma más silenciosa, numerosas especies de animales y plantas de pequeño tamaño que han pasado totalmente desapercibidas, fijadas sobre los cascos o con el agua de lastre.
Este proceso ha adquirido una enorme dimensión en épocas recientes debido a dos factores principales: incremento de navegación de grandes buques procedentes de áreas muy alejadas, y la apertura de vías que rompieron barreras geográficas, como es la apertura del canal de Suez, que ha puesto en contacto el Indo-Pacífico con el Mediterráneo a través del Mar Rojo.
Dada esta situación, un equipo formado por investigadores de Grecia, España, Francia, Italia y Turquía, en el que participan biólogos de la Universidad Autónoma de Madrid, se propuso evaluar y analizar el estado de las especies marinas invasoras en el Mediterráneo. Los resultados de su trabajo, publicado en la revista Mediterranean Marine Science, indican un total de 955 especies invasoras, casi todas procedentes de mares más cálidos. Aunque estos datos permiten ya valorar la magnitud del proceso de invasión en el Mediterráneo, se asume que el número real de especies invasoras es bastante más elevado.
Los autores siguen en su trabajo las distinciones entre las cuatro subregiones biogeográficas definidas en la Directiva Estrategia Marco de la Unión Europea, con la finalidad de organizar los datos más eficientemente y analizar en qué zonas el proceso de invasión es más intenso y en cuáles lo es menos. El trabajo aporta además los conocimientos necesarios para regular políticas ambientales que cubran las estrategias para conservar el Mediterráneo lo mejor posible.

El este del Mediterráneo, el área de más incidencia

El área con mayor incidencia de invasores de aguas cálidas es el este del Mediterráneo (88,4%), seguido por el Mediterráneo central (72,8%), el oeste del Mediterráneo (59,3%), y el Adriático (56,1%). Las especies invasoras de aguas frías se concentran sobre todo en el Adriático.
El área con mayor número total de invasores es el Este del Mediterráneo (718), luego el Oeste (328), el Mediterráneo Central (267) y el Adriático (171). En el Mediterráneo Occidental predominan macrófitos (algas visibles sin microscopio), mientras que en el Mediterráneo oriental son los poliquetos, crustáceos, moluscos y peces los grupos que preferentemente han invadido el área.
El grupo animal del que se han censado más especies invasoras es el de los Moluscos (212), seguidos de los Crustáceos (153), peces (149) y Anélidos Poliquetos (129), seguidos a bastante distancia por los restantes grupos de invertebrados, pero con muy pocas especies invasoras registradas.
En lo referente a los hábitats, son los puertos e instalaciones artificiales donde se han establecido mejor y de manera estable la mayoría de las especies invasoras, ya que se trata de oportunistas que aprovechan las condiciones poco propicias para las especies nativas para instalarse y expandirse.
Los investigadores resalta que el proceso de invasión claramente no ha finalizado, y que posiblemente el número de especies invasoras conocidas aumente con rapidez. Pero documentar el proceso es el primer paso para buscar soluciones y frenar, en la medida de lo posible, una homogenización de las poblaciones de los distintos mares y océanos.

Referencia bibliográfica:

Alien species in the Mediterranean Sea by 2010. A contribution to the application of European Union’s Marine Strategy Framework Directive (MSFD). Part I. Spatial distribution. A. ZENETOS, S. GOFAS, M. VERLAQUE, M.E. CINAR, E. GARCIA RASO, C.N. BIANCHI, C.MORRI, E. AZZURRO, M. BILECENOGLU, C. FROGLIA, I. SIOKOU, D. VIOLANTI, A. SFRISO, G. SAN MARTIN, A. GIANDGRANDE, T. KATAGAN, E. BALLESTEROS, A. RAMOS ESPLA, F. MASTROTOTARO, O. OCANA, A. ZINGONE, M.C. GAMBI and N. STREFTARIS. Medit. Mar. Sci. 11 (2): 381-493.

domingo, 29 de abril de 2012

LOS ECOSISTEMAS TAMBIÉN TIENEN UN “RELOJ BIOLÓGICO" QUE REGULA LA FOTOSÍNTESIS

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Un reciente estudio desarrollado por un grupo de científicos australianos, estadounidenses y europeos, en el que participa la Universidad de Valladolid y el INIA, ha establecido que el llamado reloj biólogico no sólo es privativo de los seres humanos, sino que también lo tienen los ecosistemas. Los resultados de este trabajo han sido recogidos en un artículo publicado en la revista Global Change Biology. 

Josu González, junto a otra investigadora en una salida de campo. Imagen: Carolina Martínez-DiCYT.

Un factor genético, como el reloj biológico, regula la fotosíntesis no sólo de los árboles, sino de ecosistemas completos, y por tanto no es sólo atributo de los seres humanos. La formulación del concepto de reloj biológico como regulador interno de la actividad de la planta ayuda a entender el modo en que el planeta fija el carbono atmosférico y puede mejorar los actuales modelos de intercambio de carbono.
El trabajo, en el que participa Josu González Alday, colaborador del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (Universidad de Valladolid-INIA) con sede en Palencia, pone de manifiesto que al igual que viajar a través de distintos husos horarios produce desequilibrios en el reloj interno humano (el denominado jet lag, trastornos físicos derivados de estos cambios), los ecosistemas también sufren un jet lag que se traduce en alteraciones de la fotosíntesis.
Según el estudio, que ha publicado Global Change Biology, la fotosíntesis de las plantas es un proceso íntimamente ligado a los cambios medioambientales y no tiene lugar durante la noche debido a la falta de luz. Pero si de modo artificial, en una cámara de cultivo, se inducen unas condiciones de luz y temperatura constantes y similares a las diurnas, la planta cambia su patrón de comportamiento y no interrumpe la fotosíntesis porque considera que es de día, lo que ocurre hasta que se habitúa al nuevo emplazamiento.

Participación palentina

El equipo de investigadores internacionales que realizado este trabajo ha estado formado por las universidades de Western Sydney (Australia), de California (EE UU), de Harvard (EE UU), del Estado de Arizona State (EE UU), la de Liverpool (Reino Unido), la Universidad de Granada, la Universidad de Castilla la Mancha y el Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (UVA-INIA) de Palencia.
En concreto, el centro de investigación palentino ha trabajado sobre muestras obtenidas en diferentes ecosistemas (bosque tropical, sabana, chaparral, bosques de coníferas o frondosas y tundra) situados entre Alaska y el Trópico. Josu González Alday desarrolla en la actualidad su trabajo en la Universidad de Liverpool.

jueves, 26 de abril de 2012

LAS CRÓNICAS ÁRABES PERMITEN RECONSTRUIR EL CLIMA DEL PASADO

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Corales, árboles y sedimentos marinos, entre otros, son evidencias directas del clima del pasado, pero no las únicas. Un equipo liderado por españoles ha interpretado por primera vez las crónicas escritas en Iraq por historiadores árabes y ha recogido una cronología de eventos climáticos del año 816 al 1009, cuando las olas de frío y las nevadas estaban a la orden del día.


Bagdad (Iraq) se convirtió en la ciudad más próspera de su tiempo y en el centro del comercio internacional y el desarrollo agrícola en el siglo VIII. Imagen: Domínguez-Castro et al.

Las crónicas de los historiadores árabes narran cronológicamente cuestiones sociales, políticas y religiosas; y algunas hacen referencias al clima. Un estudio, liderado por investigadores de la Universidad de Extremadura (UNEX), se ha centrado en antiguos apuntes meteorológicos de la ciudad iraquí de Bagdad.
“Hemos recuperado una interesante cronología de eventos climáticos como sequías, inundaciones, lluvias, heladas, olas de frío o calor, y fuertes vientos para el periodo 816-1009 en los actuales Iraq y Siria”, informa a SINC Fernando Domínguez-Castro, autor principal e investigador en el departamento de Física de la UNEX.
El estudio, que se ha publicado en la revista Weather, destaca un alto número de olas de frío. “El periodo de 902 a 944 concentra una frecuencia muy alta, si la comparamos con los datos meteorológicos actuales. Ejemplo de ellos son las seis nevadas que se vivieron en esa época, mientras que en la actualidad solo se tiene conocimiento de una nevada en Bagdad el 11 de enero de 2008”, señala Domínguez-Castro.

Más días fríos por erupciones volcánicas

El equipo de investigación se sorprendió en especial con el “inesperado” descenso de las temperaturas de julio de 920. Según los documentos analizados, los habitantes de Bagdad tuvieron que bajar de sus tejados (donde solían dormir en verano), meterse en casa e incluso abrigarse con mantas. Las temperaturas pudieron entonces descender 9 ºC respecto a la media actual en un mes de julio.
“Es difícil saber a qué se debe este descenso de la temperatura, pero una posibilidad es la de una erupción volcánica el año anterior, ya que es frecuente que las temperaturas desciendan en verano en estos casos”, destaca el experto quien señala que durante alguna de estas noches de julio de 920, las temperaturas no superaron los 18 ºC.
Existen dos erupciones volcánicas importantes durante esta época que podrían ser la causa de las olas de frío, “aunque están datadas con una importante incertidumbre”, afirma el investigador. Una de ellas es la del volcán Ceboruco (México), hacia 930, y la otra la del Guagua Pichincha (Ecuador), hacia 910. Sin embargo, “son necesarias más evidencias para confirmar esta hipótesis”, advierte el experto.
La investigación demuestra que durante la primera mitad del siglo X, los eventos climáticos fríos en Bagdad tuvieron mayor frecuencia e intensidad que en la actualidad. Mientras que la ciudad iraquí registró solo dos días con temperaturas por debajo de 0 ºC entre 1954 y 2008, al menos hubo seis días muy fríos en un periodo de 42 años en el siglo X.
Según los investigadores, “las crónicas árabes son muy útiles para la reconstrucción del clima en épocas y lugares de los que sabemos muy poco”. Gracias a la sinergia de humanidades y ciencia se puede extraer “información climática robusta”, concluyen.

Bagdad, el centro del imperio

En 762, Abu Ja`far al-Mansur, el segundo califa de Abbasid (la segunda dinastía del Islam) fundó la ciudad de Bagdad y la estableció como la capital del imperio. Pronto la urbe se convirtió en la más próspera de su tiempo y en el centro del comercio internacional y el desarrollo agrícola, lo que atrajo a una población creciente.
Los historiadores de la época discutieron las razones por las que el califa le dio tal importancia a Bagdad. Además de su estratégica situación, entre los ríos Tigris y Éufrates, la ciudad contaba con buenas condiciones climáticas. “El agua era abundante, el clima era muy cálido en verano, muy frío en invierno y moderado en primavera y otoño”, detalló Al-Ya`qubi, autor de un tratado geográfico de 891.

Referencia bibliográfica:

Domínguez-Castro, Fernando; Vaquero, José Manuel; Marín, Manuela; Gallego, María Cruz; García-Herrera, Ricardo. “How useful could Arabic documentary sources be for reconstructing past climate?” Weather 67(3): 76-82   DOI: 10.1002/wea.835 marzo de 2012

miércoles, 25 de abril de 2012

LA DURACIÓN DEL DÍA INFLUYE EN LA DISTRIBUCIÓN INVERNAL DE LAS AVES

agenciasinc.es

Una investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) demuestra por primera vez la importancia que tiene la duración del día en la distribución invernal de las aves, más allá de la influencia de otros factores determinantes como la disponibilidad de alimento y la estructura de la vegetación.


Herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus). Imagen: Enrique Calvo.

El invierno constituye un período crítico para las aves insectívoras que viven en ambientes fríos. No solo disminuye la cantidad de insectos y otros artrópodos disponibles, sino que los individuos cuentan con menos tiempo para comer debido a la corta duración del día. Además las temperaturas bajas y las largas noches invernales se asocian con un mayor riesgo de inanición.
El herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus) es un pequeño pájaro forestal -de sólo 11 g de peso- que campea en bandos mixtos con otras especies de páridos por los sabinares españoles. Se le puede ver en las ramas de los árboles y arbustos alimentándose de insectos y arañas, así como de semillas y frutos. Debido a su pequeño tamaño su metabolismo es muy elevado, lo que le lleva a emplear una gran parte del día en buscar alimento.
Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) han examinado la importancia que tiene la duración del día, y han controlado otros factores como la abundancia de alimento, la temperatura, la estructura de la vegetación y las características del paisaje, a la hora de explicar la abundancia invernal del herrerillo capuchino en áreas de clima continental frío del centro de España. Los resultados de esta investigación, realizada en 26 bosques de sabina albar del sistema Ibérico, han sido publicados en la revista PLoS ONE.
"La duración del día es el factor que mejor explica la abundancia del herrerillo capuchino en los sabinares del sistema Ibérico, una vez considerados otros aspectos importantes como la disponibilidad de alimento (artrópodos y frutos), la temperatura y la estructura del hábitat. El tiempo disponible para alimentarse durante los cortos días invernales sería pues determinante en los patrones de distribución de pequeñas aves insectívoras a gran escala", señala Luis M. Carrascal, autor principal del estudio e investigador del MNCN.

La temperatura no es determinante

Las temperaturas invernales en el área de estudio son muy bajas -hasta 18 ºC bajo cero- por lo que los herrerillos deben hacer un gran gasto metabólico de termorregulación. Cabría esperar, por tanto, que los pájaros en invierno se distribuyen de acuerdo con la temperatura. Sin embargo, los resultados del estudio sugieren que las aves pueden contrarrestar estas condiciones tan adversas si encuentran bastante alimento, como frutos maduros de sabina, y si disponen de tiempo suficiente para nutrirse.
Solo existe una diferencia de 11 minutos en la duración del día durante el solsticio de invierno entre la localidad más septentrional y la más meridional, distantes entre sí de 190 km. No obstante, a lo largo del invierno, la cantidad de tiempo acumulada que los pájaros no pueden dedicar a alimentarse por falta de luz suma 13 horas y media en las localidades más norteñas.
Según los investigadores, este tiempo parece suficiente para condicionar el presupuesto energético de los herrerillos a largo plazo y ajustar así su abundancia invernal local bajo unas condiciones ambientales tan restrictivas como las que se dan en estos sabinares.

Referencia bibliográfica:

Carrascal, L. M., Santos, T., Tellería, J. L. 2012. "Does Day Length Affect Winter Bird Distribution? Testing the Role of an Elusive Variable". PLoS ONE 7(2): e32733. doi:10.1371/journal.pone.0032733.

martes, 24 de abril de 2012

NUEVA TEORÍA SOBRE LA FORMACIÓN DE LOS PRIMEROS CONTINENTES DE LA TIERRA

noticiasdelaciencia.com

Según la teoría comúnmente aceptada, las primeras cortezas continentales se formaron cuando las placas tectónicas colisionaron entre sí. Esas colisiones hicieron que otras cortezas, las oceánicas, se hundieran en el manto de la Tierra, donde se fundieron parcialmente a una profundidad de unos 100 kilómetros. Esa roca fundida más tarde ascendió a la superficie de la Tierra y formó los primeros continentes.


Thorsten Nagel y J. Elis Hoffmann. (Foto: Volker Lannert/Uni Bonn

Una nueva investigación apunta ahora a un origen distinto.
Usando ordenadores, el equipo de Thorsten Nagel y Elis Hoffmann de la Universidad de Bonn, y Carsten Munker del Instituto de Geología y Mineralogía en la Universidad de Colonia, ambas instituciones en Alemania, simuló, a la luz de nuevos análisis, la composición del lecho rocoso y la roca fundida que emergió de la corteza oceánica parcialmente fundida, a diferentes profundidades y temperaturas.
Luego, los investigadores compararon los datos calculados para la roca fundida con la concentración real de elementos traza en las rocas continentales más antiguas.
Los resultados ofrecen una historia muy distinta a la aceptada hasta ahora: La corteza oceánica no tenía que descender hasta una profundidad de 100 kilómetros para crear la materia pétrea fundida de la que están hechas las rocas de los primeros continentes. Según los nuevos cálculos, es mucho más probable una profundidad de 30 a 40 kilómetros, lo que implica esencialmente una permanencia en la corteza, sin la "reelaboración" en el manto.
A juzgar por los resultados del nuevo estudio, se puede decir, por tanto, que los primeros continentes "emanaron" de la corteza oceánica primigenia. Las condiciones especiales que por aquel entonces reinaban en la Tierra lo hicieron posible. Hace cuatro mil millones de años, la Tierra se estaba enfriando tras el tórrido proceso de su formación y otros acontecimientos, pero todavía era significativamente más caliente de lo que es hoy en día. Esa alta temperatura habría permitido que los continentes emergieran directamente, a la vez que se producían otros procesos geológicos, como el vulcanismo, la formación de montañas, y la entrada de agua.
Los autores del nuevo estudio creen poco probable que los primeros continentes se formasen en zonas de subducción en aquella época tan remota.

lunes, 23 de abril de 2012

LOS MUCHOS TIPOS DE RASGOS POR LOS QUE LAS HORMIGAS SE GUÍAN PARA ENCONTRAR SU HORMIGUERO

noticiasdelaciencia.com

Las hormigas del desierto se han adaptado a una vida en un entorno yermo que brinda muy pocos puntos de referencia para orientarse. Aparte de las señales visuales y los olores, las hormigas usan la luz solar polarizada a modo de brújula, y, hasta cierto punto, cuentan sus pasos, todo ello para poder regresar a salvo a casa después de buscar alimento.


Cataglyphis noda. (Foto: © MPI for Chemical Ecology/Badeke)

En experimentos con hormigas del género Cataglyphis en su hábitat natural en Túnez y Turquía, un equipo de científicos del Instituto Max Planck para la Ecología Química en Jena, Alemania, ha descubierto ahora que las hormigas también pueden usar puntos de referencia magnéticos y de vibración para encontrar el camino de regreso a la entrada de su hormiguero, un pequeño agujero en el suelo del desierto.
Además, el dióxido de carbono producido por la respiración de las demás hormigas en el hormiguero también les ayuda a identificar la entrada del mismo. Por tanto, las habilidades de navegación de las hormigas se adaptan notablemente a su inhóspito entorno.
En los experimentos, el equipo de Cornelia Buehlmann constató que las hormigas de la especie Cataglyphis noda identificaban la entrada a su hormiguero sin ningún problema si se enterraba un dispositivo vibratorio (energizado por pilas eléctricas) junto a dicha entrada, para que las hormigas pudieran localizar sus hormigueros usando este punto de referencia vibratorio, una vez que habían aprendido a identificar la vibración como un rasgo que coincidía con la ubicación de su hormiguero.
Si se colocaban dos potentes imanes de neodimio que generaban un campo magnético de unos 21 militeslas (siendo de sólo 0,041 militeslas el valor del campo magnético de la Tierra) sobre el suelo al lado del hormiguero, las hormigas también detectaban ese campo magnético y acababan usando ese rasgo como un modo de localizar su hormiguero, al que regresaban con facilidad.

domingo, 22 de abril de 2012

EL CALENTAMIENTO GLOBAL DESPLAZA CASI 3 METROS LA FLORA EUROPEA DE ALTA MONTAÑA

noticiasdelaciencia.com

Un estudio internacional, en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en España, ha confirmado que el calentamiento global provoca un ascenso altitudinal de las especies vegetales. El trabajo, publicado en el último número de Science, analiza los cambios observados en la flora de 66 cimas de 17 cordilleras europeas entre los años 2001 y 2008.


Flora de alta montaña. (Imagen: © Harald Pauli)

Este proyecto, que en la Península Ibérica estableció zonas piloto en los Pirineos (Parque Nacional de Ordesa) y en Sierra Nevada, ha calculado un desplazamiento hacia la cima de 2,7 metros de media en el conjunto de las especies estudiadas.
“Este resultado confirma la hipótesis de que el aumento de las temperaturas induce el desplazamiento de la flora alpina hacia niveles superiores", explica Luis Villar, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), y uno de los autores del estudio. El experto añade que tal fenómeno ha provocado la sustitución de algunas especies resistentes al frío por otras más sensibles a él y, como consecuencia, "todo ello refleja la vulnerabilidad de los ecosistemas de alta montaña a medio y a largo".
Las conclusiones del estudio muestran también un aumento medio del 8% en el número de especies que habitan las cimas de las cordilleras de Europa. No obstante, este incremento no ha sido generalizado. “De las 66 cimas estudiadas, en la mayoría de las situadas en las zonas boreal y templada sí se ha observado dicho aumento, mientras que en ocho de las 14 cumbres situadas en el área mediterránea se ha producido una disminución”, comenta el investigador del CSIC.
Además, en las cimas inferiores de las cordilleras mediterráneas, situadas en el límite superior del bosque o en una altitud equivalente, las ganancias y pérdidas de especies han sido mayores que en las demás.
En las montañas mediterráneas (Sierra Nevada, Córcega, Apenino Central y Creta), al aumento de las temperaturas se le suma una sequía creciente, puesto que disminuye la precipitación media anual y se alarga la sequía estival. "La combinación de ambos factores puede suponer una amenaza para ciertas especies endémicas, un tesoro biológico escondido, cuyo número podría disminuir”, concluye Villar.
Este estudio se enmarca dentro del proyecto GLORIA (siglas en inglés de Iniciativa para la Investigación y el Seguimiento Global de los Ambientes Alpinos), iniciado en Europa en el año 2000 y que después se ha extendido por todo el mundo. (Fuente: SINC/CSIC)

sábado, 21 de abril de 2012

LA NATURALEZA DE LA EMPATÍA. SE DAN CLASES DE MORAL SIMIA

agenciasinc.es

Para mantener la cohesión social de su grupo, muchas especies se relacionan a través de la ayuda mutua y la solidaridad con los demás. La preocupación por la comunidad da pistas a los científicos sobre la evolución de la empatía.


Público.es

En el siglo XVII, Thomas Hobbes popularizó la locución latina “homo homini lupus” –el hombre es un lobo para el hombre– para enfatizar el egoísmo humano. “Me parece una visión injusta, el lobo es social”, protesta el primatólogo holandés Frans de Waal contra la frase del filósofo inglés.
En los años 70, De Waal hizo su doctorado sobre la formación del carácter agresivo en los macacos y desde entonces investiga la esencia biológica de la moral. Como otros científicos, la pone a prueba en humanos, primates, delfines, elefantes, gallinas y hasta ratones. “A excepción de los gatos domésticos”, bromea.
La preocupación animal por la comunidad impulsa sus miembros a resolver los problemas que habitualmente surgen entre ellos. Por eso, “no es extraño que los chimpancés también tengan policías”, como explica Claudia Rudolf von Rohr, de la Universidad de Zúrich (Alemania).
En un artículo publicado recientemente en PLoS ONE,  Rudolf von Rohr y su equipo de antropólogos detallaban la reacción de cuatro grupos de chimpancés en cautividad ante la introducción de nuevos individuos. Los cambios estructurales, que también se pueden dar en su hábitat natural, hicieron tambalear la estabilidad del grupo. Pero, como pasa con los humanos, los chimpancés respetaron la autoridad de los individuos mejor posicionados para arbitrar las situaciones peliagudas.
“Entre primates, la gestión de conflictos es crucial para la cohesión social”, asegura Rudolf von Rohr a SINC, con la certeza de que sus resultados en chimpancés responden a una forma temprana en la evolución de la conducta moral.
La presencia de mediadores en el grupo sirve para mantener “un orden del que todos se benefician”, comenta a SINC Frans de Waal para referirse a las relaciones cooperativas entre chimpancés. En compañía de la española Teresa Romero, que hoy trabaja en la Universidad de Tokio (Japón), ha analizado la importancia del consuelo, ya que “se trata de una parte importante e integrada en las relaciones mutuas y estrechas”, dice el holandés.
Cuando un chimpancé pierde una pelea, es común que “los otros se acerquen para abrazarlo, besarlo y acicalarlo para reducir su estrés”, explicaba Romero en un artículo, publicado el año 2010 en PNAS, que establecía la consolación como posible expresión de preocupación por el compañero. Sus experimentos asimilaron el consuelo animal al humano más allá de su forma y función. Se vio cómo las relaciones estrechas entre individuos aumentan la efusividad del consuelo. Cuando la víctima no se reconcilia con el agresor, pasa lo mismo.
Antes de esta investigación, muchos expertos sugirieron que la motivación para tranquilizar al resto de la comunidad era egoísta para evitar que el conflicto escalara y les salpicara. “Menos del 5% de las peleas suele redirigir la agresión a terceros”, demostró Romero en su estudio, que ajusta el consuelo en chimpancés a la definición de comportamiento altruista en animales.
El comportamiento de la consolación tiene que ver con la empatía y la preocupación por la comunidad, que se da sobre todo con aquellos que son cercanos y parecidos a uno mismo. Es la base de toda moral, ya que las relaciones sociales complejas se regulan por la habilidad de entender y compartir los sentimientos de los demás.
Los estudios de Teresa Romero demostraron que “las hembras ofrecen consuelo mucho más a menudo”. Pero de Waal aclara a SINC que “el sesgo en la empatía femenina no significa que las hembras sean más morales, solo prestan más atención y son más sensibles con el resto”.

Reconocerse en el espejo

Nada más cotidiano que un bostezo sirvió al equipo de Frans de Waal para medir la empatía en chimpancés. En este artículo, publicado en PLoS ONE hace tan solo un año, concluía que los primates que veían bostezar a sus familiares abrían la boca más que el resto. “Pruébenlo con su perro”, dice De Waal.
Lo mismo en ratas. Dale J. Langford, de la Universidad McGill (Canadá), se doctoró viendo sufrir a los ratones. Sus experimentos cuantificaron el dolor de los roedores en función de si habían visto padecer a sus familiares y compañeros. Los resultados demostraron que ser espectador de la aflicción de los demás aumentaba su sensibilidad al dolor, algo que se interpretó como una manifestación clara de la empatía.
Ambos casos demuestran la empatía a nivel emocional, que anida en las profundidades del cerebro, donde la amígdala procesa este tipo de reacciones. Pero para llegar al siguiente estadio, la empatía cognitiva, es necesaria otra estructura cerebral: el lóbulo frontal.
Humanos, primates, elefantes y otros vertebrados comparten este reciente e imperfecto lóbulo frontal, que les hace conscientes de su existencia. A nivel experimental, la autoconsciencia en los mismos animales se verifica por algo tan sencillo como reconocerse en el espejo.

Madre no hay más que una

Hace décadas que los ensayos de Frans de Waal ponen a prueba la empatía animal para demostrar que las comunidades no solo están reguladas por la competición. El animal fetiche de estas investigaciones es el bonobo, un gran primate que manifiesta su comportamiento reconciliador mediante el sexo sin distinción. Solo hay una combinación sexual que no se da nunca: madre e hijo. Según De Waal, el amor maternal es el origen de la empatía. Durante el contacto con la cría, la madre segrega por doquier la llave bioquímica del apego: la celebrada oxitocina.
Ya sea en la objetividad de una investigación o en la ficción de una fábula, todas las historias protagonizadas por animales tienen su moraleja. Después de una carrera dedicada a buscar el origen de la empatía, el primatólogo holandés se ha dado cuenta de que la tendencia prosocial aumenta los beneficios de vivir en comunidad.
En su último libro, ¿Somos altruistas por naturaleza? (Tusquets Editores), se pregunta si la ayuda al prójimo forma parte de la esencia animal. Lo que tiene claro es que, sea un comportamiento adquirido o una tendencia innata, el apoyo mutuo sale a cuenta.

Referencias bibliográficas:

Rudolf von Rohr, C.; Koski, S.E.; Burkart, J.M.; Caws, C.; Fraser, O.N.; Ziltener, A.; van Schaik, C.P. "Impartial third-party interventions in captive chimpanzees: a reflection of community concern”. PLoS ONE, 7 de marzo de 2012. DOI: 10.1371/journal.pone.0032494

Romero, T.; Castellanos, M.A.; de Waal, F.B.M. “Post-conflict affiliation by chimpanzees with aggressors: other-oriented versus selfish political strategy”. PLoS One 6(7), 20 de julio de 2011. DOI: 10.1371/journal.pone.0022173

Campbell, M.W.; de Waal, F.B.M. “Ingroup-outgroup bias in contagious yawning by chimpanzees supports link to empathy”. PLoS one 6(4): e18283, 6 de abril de 2011

Romero, T.; Castellanos, M.A.; de Waal, F.B.M. “Consolation as possible expression of sympathetic concern among chimpanzees”. PNAS 107(27): 12110-12115, 6 de julio de 2010. DOI: 10.1073/pnas.1006991107

Langford, D.J.; Crager, S.E.; Shehzad, Z.; Smith, S.B.; Sotocinal, S.G.; Levenstadt, J.S.; Chanda, M.L.; Levitin, D.J.; Mogil, J.S. “Social modulation of pain as evidence for empathy in mice”. Science 312(5782): 1967-1970, 30 de junio de 2006. DOI: 10.1126/science.1128322

jueves, 19 de abril de 2012

LOS CRÁTERES DE ASTEROIDES EN LA TIERRA PUEDEN DAR PISTAS DE VIDA EN MARTE

ecoticias.com

Los cráteres terrestres, consecuencia de los impactos de asteroides contra el planeta, pueden dar pistas para la búsqueda de vida en Marte y otros planetas, según un estudio de la Universidad de Edimburgo, publicado en la revista 'Astrobiology'. Esta teoría, nace después de que los científicos hayan encontrado diminutos organismos prosperando en las profundidades de un cráter que se formó hace 35 millones de años.



Según han señalado los expertos, los organismos hallados son evidencia de que los cráteres de proporcionar refugio a los microbios, protegiéndolos de los efectos de los cambios de estaciones y eventos tales como el calentamiento global o las edades de hielo.
De este modo, el estudio sugiere que aquellos lugares de Marte en donde hay cráteres también puede estar escondiendo vida y, por tanto, su perforación podría dar lugar a encontrar nuevas formas de vida o vida similar a la que existe en la Tierra.
Los autores del estudio han perforado casi dos kilómetros por debajo de uno de los mayores cráteres de impacto de asteroides sobre la Tierra, en la bahía de Chesapeake (Virginia, Estados Unidos). Las muestras recogidas en la zona demostraron que los microbios se distribuyen de manera irregular a lo largo de la roca, lo que sugiere que el ambiente se ha mantenido en gran parte del lugar tal y como lo dejó el asteroide hace 35 millones de años.
En este sentido, los científicos dicen que el calor del impacto de una colisión de un asteroide mata todo lo que esté en la superficie. Sin embargo, las fracturas que se producen en las capas internas de la Tierra permitirían la entrada de agua y nutrientes a profundidades en donde puede fluir la vida. "Algunos organismos crecen mediante la absorción de elementos como el hierro de la roca", ha explicado uno de los autores, Charles Cockell.
Cockell ha indicado que "las áreas profundamente fracturadas alrededor de los cráteres de impacto pueden proporcionar un refugio seguro en el que los microbios pueden prosperar durante largos períodos de tiempo". Así, ha apuntado que el hallazgo realizado lleva a suponer que el subsuelo de los cráteres de Marte "podría ser un lugar prometedor para buscar pruebas de vida".

LOS ECOSISTEMAS DE LA ZONA ÁRIDA (EZA)

ecoticias.com

Existen diferentes criterios climáticos y ecológicos para definir las zonas áridas. En EME se adoptó uno de los más sencillos, su precipitación anual no supera los 300 mm. Según ese criterio, la zona árida española ocupa una superficie reducida, 13,131 km2, el 2,6% de la superficie del Estado. De ese total, un 63%, con 8,237 km2, corresponden al Sudeste peninsular y se incluyen en las provincias de Almería, Murcia y Alicante, mientras que el 37% restante, 4,894 km2, los encontramos en las islas Canarias.



En ese marco climático, el ecosistema de la zona árida (EZA) se circunscribe al área ocupada por vegetación espontánea, excluyendo las zonas urbanas y agrarias, estas últimas, con una consideración especifica en EME.

Evolución histórica

La dimensión temporal del paisaje suele ser difícil de percibir ya que en ausencia de catástrofes, suele ser mas lenta que una generación humana. Sin embargo, es imprescindible tenerla en cuenta a la hora de comprenderlo y gestionarlo. El paisaje mediterráneo se generó, hace unos siete millones de años, durante la transición climática que dio lugar a la desecación de la cuenca y a su característica sequía estival. Desde entonces ha evolucionado bajo los efectos de grandes cambios geológicos y climáticos. La mayoría de sus sistemas orográficos son jóvenes y a menudo, con tectónica todavía activa de modo que sus laderas y redes fluviales se hallan lejos del equilibrio, soportando elevadas tasas de erosión o sedimentación. Desde el término de las glaciaciones, hace diez mil años, las condiciones áridas se fueron consolidando, con periodos particularmente secos entre 6 y 4 milenios atrás y con fluctuaciones húmedas y frías que quedaron registradas entre 3.000 y 250 años atrás. El calentamiento más reciente está documentado en la vertiente mediterránea española desde los años 70 del siglo pasado.
Para enmarcar el estado de conservación del EZA, es preciso resumir las condiciones climáticas que caracterizan sus dos principales subtipos, el peninsular y el canario.
En la península la escasez de precipitaciones se debe a la pantalla ejercida por la Penibética frente a los vientos húmedos del suroeste. La pulsación seca antes mencionada, desplazó los encinares hacia las montañas y el territorio basal fue ocupado por matorrales adaptados a clima cálido, con esparto y pinares dispersos. La aridez de las islas Canarias se debe a la persistencia del anticiclón de las Azores y a la influencia sahariana. Su vegetación se caracteriza por su adaptación a la escasez de lluvia y a cierta humedad atmosférica con numerosas especies suculentas que almacenan agua en sus tallos.
En las Islas Canarias orientales, dado que ninguna de ellas alcanza los 700 m de altitud máxima, toda su superficie se encuentra por debajo del nivel de inversión del alisio. Este hecho físico dificulta las lluvias orográficas tan importantes en las otras islas occidentales, ya que no existe obstáculo montañoso que pueda detener el “mar de nubes”. Por otro lado Lanzarote es, junto a Fuerteventura, la isla más cercana al continente africano, como consecuencia, la precipitación anual es muy baja e irregular entre años. Gran parte de la isla está cubierta por materiales volcánicos recientes, con erupciones que datan de los siglos XVIII y XIX. El resultado es que una porción importante de la superficie insular se halla cubierta de malpaís acarcavado y lapillis (cenizas volcánicas). También destacan por su extensión los jables o arenas calcáreas de origen marino formadas por restos de conchas y moluscos traídos por el viento.
Existen pocas dudas de que la vegetación mediterránea, tal como la encontramos hoy, resulta de modificaciones debidas a la actividad del hombre. Este ha contribuido a extender la vegetación perennifolia, como encinas y pinos, a partir de sus áreas originales en suelos secos, a expensas de los robles caducifolios. De este modo el hombre ha creado paisajes en mosaico con una estructura espacial muy rica y elevados niveles de diversidad biológica.
Los efectos de la actividad humana en la zona árida se han caracterizado por la expansión de la agricultura cerealista a partir de las áreas más fértiles, combinándose con el aprovechamiento ganadero a varias escalas de trashumancia en busca de barbechos y zonas incultas vecinas o muy lejanas.
En el sureste este proceso condujo al cultivo de los márgenes de las ramblas mediante agricultura de inundación, de los sedimentos acumulados al pié de las vertientes y de las laderas aterrazadas al efecto. En la parte alta de estas últimas, donde el aterrazamiento era demasiado costoso, el hombre expandió el esparto a expensas de los matorrales preexistentes que quedaron relegados a los barrancos, cabezos rocosos y puntos con menor espesor de suelo.
El resurgimiento de la minería del plomo y la exportación de esparto para celulosa, ambas en la segunda mitad del siglo 19 y principios del 20, ocasionaron la ruina de la vegetación leñosa en buena parte del territorio.
A partir de los años sesenta del pasado siglo, la tecnificación de la agricultura y la expansión comercial a gran escala dio lugar al desarrollo de regadíos intensivos en el sudeste generalmente basados en la explotación de aguas subterráneas. Esto propició el progresivo abandono de la agricultura tradicional en los antiguos secanos y la aparición de un nuevo tipo de ganadería estante basada en el aprovechamiento de residuos agrarios. Los antiguos campos, abandonados, fueron colonizados por arbustos, albaidales, tomillares o retamares, según su estado de degradación o de la disponibilidad de agua en profundidad en el caso de estos últimos.

Agricultura sin agua

En las Islas Canarias, ante las adversas condiciones climáticas, se ha desarrollado una cultura de agricultura “sin agua” en condiciones tremendamente adversas, pero que ha dado como resultado uno de los sistemas de adaptación más espectaculares que se conocen.
Producto de esta singular cultura agrícola en Lanzarote existen dos formas propias de cultivo por lo que a la naturaleza del suelo agrícola se refiere: los jables y enarenados naturales o artificiales. Ambos se basan en el aprovechamiento de arenas porosas, procedentes de conchas de moluscos o volcánicas, respectivamente, que tienen la propiedad de capturar y almacenar rocío y otras formas de humedad atomsférica. De esta manera, se consiguen rendimientos excepcionales, similares a los de regadío. Este tipo de agricultura ha significado un freno a la erosión de un medio árido, donde se han optimizado los escasos recursos existentes para desarrollar una agricultura de calidad y creadora de paisaje.
De las anteriores circunstancias se derivan dos conclusiones. La primera es que los paisajes de la zona árida española han evolucionado por impulso de dos agentes principales: por un lado, las fluctuaciones climáticas y procesos geológicos y por otro, las actividades humanas que han ocurrido hasta el presente. La segunda conclusión es un aviso frente la idea de un paisaje mediterráneo prístino u original. No existe evidencia de que, una vez liberado de la actividad humana, el paisaje retorne a su referencia primigenia.
Este carácter irreversible del tiempo tiene implicaciones en las políticas de conservación, en buena parte, empeñadas en reconstruir ecosistemas "originales" de dudosa vigencia como ecosistemas maduros en la actualidad. Por el contrario, más sensato sería estimular la evolución de los ecosistemas hacia su equilibrio hidrológico en las condiciones y tendencias climáticas actuales mediante la necesaria complejidad y diversidad ecológica.

Transformacion reciente del Ecosistema de la Zona Arida

La ruina del EZA impulsada desde en el siglo 19 y primera mitad del siglo 20, por el incremento de la población rural, la minería del plomo y el expolio de los espartales, los dos últimos en el sudeste peninsular, nos legó un estado de conservación deplorable. Los sectores mejor conservados, con arbolado disperso de pinares y matorral mediterráneo, apenas alcanzan el 20% de la superficie actual del EZA. El resto corresponden a campos abandonados, convertidos en eriales, pastos ralos y matorral bajo, todos con suelos muy degradados.
Por otra parte, la invasión de la agricultura marginal en el EZA que tantos desastres ocasionó en el pasado, ya no es una amenaza actual. La actividad agrícola se ha intensificado y concentrado las zonas regables. Tan solo se presentan pequeñas fluctuaciones en las fronteras del EZA con las zonas agrarias, debido al potencial invasor de los regadios mas rentables y su consiguiente abandono, caso de que las condiciones de mercado no les sean favorables. Con todo, no se desartan futuras expansiones de la agricultura impulsadas por nuevos actores en los mercados, por ejemplo el de los biocarburantes.
La principal amenaza actual sobre el EZA es la urbanización debido a su localización próxima al litoral. Este fenómeno está determinado por la proximidad a los núcleos urbanos y vías de comunicación. Así en algunos casos, como en Alicante, afecta sobre todo a pinares y zonas mejor conservadas próximas a la red viaria y con mayor valor residencial, mientras que en otros casos, como en Gran Canaria, la invasión urbana ocupa áreas degradadas y regadíos por ausencia de otras alternativas.
Los datos manejados no permiten identificar efectos netos del cambio climático. Hay que tener en cuenta la gran resiliencia del EZA ya que con ligeras modificaciones de su estructura espacial puede acomodar importantes disminuciones de la precipitación, tal como se ha demostrado mediante el seguimiento de la densidad de vegetación por teledetección.

Los servicios del ecosistema de la zona árida

Para obtener una perspectiva general del estado y tendencias de los servicios del EZA, los clasificaremos en tres categorías según contribuyan al abastecimiento, a la regulación o a proporcionar bienes culturales.

Abastecimiento. En el pasado, hasta mediados del siglo XX, los servicios de abastecimiento del EZA tuvieron gran importancia estrategica como complemento a una agricultura incapaz de sostener las necesidades de una población creciente debido a la escasez de agua. Por un lado, proporcionaban sustento a una ganadería extensiva que compartía los barbechos con los pastos naturales y caza que complementaba la dieta proteínica. Por otro, proporcionaban leña, indispensable para los hogares. En tercer lugar, permitian exportar materiales industriales como esparto para celulosa, sales derivadas de especies de zonas salinas (quenopodiaceas), plomo y plata de antiguas minas renovadas, marmol y materiales petreos.
Todo esto, que permitía la multiplicidad de recursos que complementaban e incluso superaban a la agricultura, se vino abajo a mediados del siglo pasado por diversos motivos: La emigración a ciudades industrializadas del pais o del exterior fue una oportunidad real, las minas se agotaron, las canteras de marmol sufren un serio problema de mercados, el esparto dejo de ser rentable como fuente de celulosa y sobre todo, el acceso a recurso subterraneos de agua abrió paso a una pujante agricultura capaz de poner en el mercado productos fuera de estación, de manera que se convirtió en una fuente de trabajo y el consiguiente drenaje demográfico de las zonas rurales del interior y un atractor de la ganadería de lanar y caprino que le proporcionaba estiercol y se alimentaba de residuos de cultivo.
En la actualidad, el EZA es una zona marginal desde el punto de vista del abastecimiento, su producción bruta apenas alcanza 25 M de euros y sigue decreciendo, apenas el 1,5% del producto agrario bruto de la zona.

Regulación. Al contrario que los servicios de abastecimiento, los de regulación estan siendo percibidos como un valor en alza. Sus efectos ex situ, suelen tener mayor impacto ambiental y económico que los locales in situ. Sin embargo, su evaluación es más difícil e imprecisa, toda vez que no está gobernada por las relaciones de oferta y demanda. Todos ellos dependen de la condición del ecosistema, sobre todo de la densidad de vegetación, de su estructura espacial y del contenido de materia orgánica en el suelo. Destacan las dos funciones siguientes.

a)Regulación hídrica, morfo-sedimentaria y depuración de agua.
Se basa en el incremento de la fracción del agua de lluvia disponible para la infiltración profunda a expensas de la arroyada superficial. Los efectos son el aumento de la recarga de acuíferos y la disminución de la intensidad de las avenidas. En el primer caso, ayudan a mantener la disponibilidad de agua para los usos humanos que la requieran; en el segundo, contribuyen a paliar desastres naturales debidos a la torrencialidad. Los datos disponibles en la zona árida peninsular muestran que con un 30% - 40% de cubierta vegetal, la más común en condiciones de equilibrio hidrológico, la arroyada desciende hasta un 20% - 15% y la erosión cae hasta un 5%-10% , ambas referidas a sus respectivos valores en suelo desnudo. Combinando estos datos con evaluaciones europeas de costes de remediación de la erosión/sedimentación obtenemos una aproximación grosera de la funcion del EZA en la regulación morfo-sedimentaria.
La distribución de los usos del suelo en la zona arida española en el decenio 2000-2009, era de un 5% forestal, un 52% matorral / pasto y un 38% agrario. La tabla destaca tres aspectos relevantes. El primero, la importancia de los costes de remediación ex situ que representan el 95%. El segundo es la magnitud de los costes actuales en la zona árida española, del orden de los 50 M de euros (euros 2003) anuales (SIMACT) en la zona árida española, un 2,5% del Producto Agrario Bruto que en el periodo considerado, roza los 2.000 M de euros anuales. El tercero alude al ahorro que supone la función reguladora del EZA (Tabla 1) estimada por la diferencia entre un escenario en que toda la superficie fuera agraria (SIMAGR) y otro en que toda fuera forestal (SIMEZA). Esa diferencia (66,5 Mde euros) representa el 3,4% del Producto Agrario Bruto y supera en 15 veces el Valor Añadido Bruto de la agricultura en la zona, estimado en 4,3 M de euros para 2007. Estos resultados deben considerarse como exploratorios pero alertan de la importancia del EZA en la regulación de la erosión y de sus costes.


b)Regulación climática local y regional, almacenamiento de carbono
La regulación climática está asociada a la mayor cobertura vegetal que asegure el predominio de la energía utilizada en evapotranspiración (calor latente) respecto a la empleada en calentar el suelo y el aire (calor sensible). Si bien existe la base teórica sustentada por numerosas observaciones locales, no se dispone todavía de conclusiones cuantitativas acerca de los efectos a escala regional. Esto se debe a que, a esa escala, ocurren fenómenos de mezcla y homogeneización atmosférica que tienen lugar por encima de la capa de fricción generada por el relieve, y a ese nivel, otras fuentes de calor y humedad marinas o continentales, enmascaran las fuentes locales y condicionan su clima.
Así por ejemplo, en el sureste peninsular, la dinámica anual del tiempo está determinada por dos factores principales, el mediterráneo y el núcleo continental de la meseta; otros secundarios son la orla montañosa, las borrascas atlánticas y, de manera excepcional, el viento procedente del Sáhara, en ocasiones acompañado de lluvias torrenciales. En las islas Canarias, la presencia de montañas cerca de la costa provocan que las masas de aire del noreste se condensen, dando lugar al fenómeno conocido como mar de nubes, y por tanto, el beneficio de la vegetación de la zona debido a la humedad (laurisilva). Sin embargo, debido a los microclimas existentes en una misma isla, podemos encontrar zonas donde aparecen bosques húmedos y otras zonas donde la aridez es la característica principal. Los vientos del levante, siroco suelen ir acompañado de calima, es decir, polvo en suspensión procedente del desierto del Sáhara, alcanzando a veces una gran densidad.
Por lo que respecta al almacenamiento de carbono en el EZA, como agente en la determinación del contenido en CO2 atmosférico y su papel sobre el clima global, no existe una información sistemática y consolidada y mucho menos, en términos económicos, pero sí hay datos disponibles que nos permiten establecer algunos órdenes de magnitud.
Las fases maduras del ecosistema de la zona árida ibérica presentan valores de C orgánico en los 10 cm superficiales del orden del 2% frente a los bajísimos contenidos de los suelos agrícolas y degradados (< 1% en los 30 cm superficiales). No se dispone de información para establecer el balance anual de entradas y salidas de carbono. Sin embargo, sí es posible indicar que la degradación o la disminución de superficie no agraria en la zona árida, supone una pérdida acumulada de unas 3000 t de carbono orgánico por km2. Esa cantidad representa 18 veces la media anual de las emisiones de carbono en España.

Servicios culturales. La importancia cultural del EZA es mucho mayor que el que le correspondería por su extensión geográfica. La razón hay que buscarla en su carácter único desde el punto de vista de su aridez climática, su paisaje geologico al descubierto debido a la escasez de vegetación, su interés biogeografico por su riqueza en endemismos y la sucesión de culturas que lo han poblado desde el neolítico, dejando en él sus huellas.
Esas condiciones atraen numerosas actividades relacionadas con el conocimiento científico y goce estético de sus paisajes. Por ejemplo, en una revisión del periodo 1981-1990, la actividad científica, en términos de publicaciones y tesis doctorales, relacionada con desertificación, se concentra en las cinco provincias de la zona àrida española a partir de otras 36 provincias, ademas de contar con un tercio de colaboración internacional. Otro tanto podría decirse sobre el vulcanismo en Canarias. Ese interés científico, junto con el atractivo estético, han estimulado la creación de diferentes figuras de proteccion, como lo demuestran 5 Parques Nacionales, varias islas consideradas Reservas de Biosfera en Canarias, 3 Parques naturales, 140 yacimientos arqueológicos en Canarias y 40 en el sureste peninsular.
La función del paisaje como identidad cultural en la zona árida peninsular es menor que en otras zonas españolas más septentrionales, quizá debido a las transiciones que ha venido sufriendo hasta el siglo XV con el consiguiente reemplazo de culturas y asolamiento del litoral por la piratería. Los principales símbolos raramente son paisajisticos y se remontan a antepasados neolíticos, poblados íberos, fenicios y romanos, cuyos yacimientos y arte rupestre han sido fuente de inspiracion, como sucede con el indalo almeriense, el arte esquemático en Murcia o la dama de Elche en Alicante.
Canarias es un caso aparte. En ella confluyen tres elementos fundamentales: un sustrato guanche, de origen posiblemente bereber; el elemento básico, europeo, fundamentalmente castellano, andaluz y gallego, aunque con importantes aportaciones portuguesas y, en menor medida, italianas, flamencas, británicas o francesas; y, finalmente, el influjo americano, producto de las relaciones comerciales y migratorias con Latinoamérica, particularmente con Cuba y Venezuela.
En cuanto a la Zona Árida como fuente de actividades recreativas, pueden distiguirse las que usan sus recursos intrínsecos de las que vienen forzadas por la demanda social. Entre las primeras, se cuentan las que satisfacen sus atractivos turísticos, tales como puertos deportivos, pesca con caña, surf, windsurf, buceo, senderismo, rutas culturales y naturales y por supuesto, las actividades de ocio y descanso relacionadas con las playas y proximidad al mar. Entre las segundas, la que que más impacto social y económico está teniendo, es el golf como práctica deportiva y todo lo relacionado con la oferta al turismo de alto nivel. Resulta irónico que provincias con un altísimo índice de aridez se empeñen en ofrecer este tipo de actividades pese a la justificación política de todas ellas. Otro tanto cabe decir de los parques temáticos acuáticos. Si bien en una actividad y en otra se procura minimizar gasto de agua, sigue siendo un coste elevadísimo. A esto hay que añadir la proliferación de piscinas tanto públicas como privadas.
Por lo que se refiere la educación ambiental, aumenta la sensibilizacion de las administraciones públicas en términos de centros de educación ambiental (91 en la zona árida) centros de recuperación de fauna y flora y diversos planes de actuación locales para la conservación de espacios naturales protegidos. Sin embargo después de más de treinta años de actividades de educación ambiental, el cambio de comportamiento en los individuos y en la sociedad global es un proceso muy lento, su agilización requiere una acción educativa más eficaz y creíble.

Respuestas y opciones de gestión del EZA

Las políticas de gestión del EZA, en realidad, se caracterizan por la ausencia de diagnóstico que permita el establecimiento de objetivos coherentes dirigidos a solucionar sus principales carencias. Por el contrario, se basan en el establecimiento de figuras de protección asociadas a determinadas áreas, alrededor de las cuales gravitan programas culturales de atracción de visitantes y de inversiones públicas que los soportan. Sin embargo, todo esto no tiene impacto real sobre el EZA en su conjunto.
Para reorientar esta situación se precisa reconocer el carácter marginal del EZA, su problema no es el exceso de presión, sino su abandono en cuanto a sistemas de usos persistentes y organizados. En consecuencia, es presa de aprovechamientos ocasionales y arbitrarios, como por ejemplo la extracción de arenas y gravas a cielo abierto. Más de tres cuartas partes de la superficie ocupada por el EZA son tierras degradadas por la agricultura marginal del pasado siglo y su restauración no ha sido nunca considerada como una inversión prioritaria.
El estímulo del turismo debería tener en cuenta el impacto que las infraestructuras acompañantes tienen sobre la economía, el entorno ecológico, la cultura y el patrimonio histórico-artístico. Solo así se podrá proporcionar una alternativa sostenible de manera que el turismo sea una forma de intercambio y conocimiento entre culturas y no una mera colonización del espacio con objetivos económicos.
Ante esa situación, se propone reorientar las opciones de gestión con los siguientes objetivos:

1. Fomentar el entramado de sistemas de uso permanentes y rentables, asociados a actuaciones públicas para la restauración de las áreas degradadas susceptibles de ser recuperadas. Esos usos deberían integrar las actividades dispersas que hoy se realizan (miel, plantas medicinales, caza, turismo rural) todo ello, vertebrado por una ganadería de calidad.

2. Superar el divorcio entre el EZA y la agricultura intensiva colindante. El eje para conseguirlo, probablemente debería ser la ganadería, hoy centrada en los desechos agrícolas, pero que podría usar complementariamente pastos del EZA.

3. Integrar la red de reservas y áreas protegidas en la matriz del EZA usada como se ha indicado en los anteriores puntos.

4. Acometer seriamente programas de restauración en el EZA para mejorar su capacidad de regulación.
Mensajes clave

1. El ecosistema de la zona árida constituye un área cada vez más marginal desde el punto de vista del abastecimiento productivo directo. (muy cierto). Apenas alcanza los 25 M de euros en el total EZA, menos del 1,5% del Producto Agrario Bruto y está en declive.

2. Su principal contribución al bienestar humano reside en sus servicios de regulación. (muy cierto). La condición para ello es su buen estado de conservación y sus efectos se refieren tanto a la regulación hidrológica y erosiva, como a la climática, por su papel en el ciclo de carbono orgánico. Además mantiene una elevada diversidad biológica, dada la singularidad y rareza de muchas de sus especies.

3. El ecosistema de la zona árida presta, además, importantes servicios culturales al bienestar del ser humano. (muy cierto). Por su propia naturaleza, permite visualizar mejor que otros ecosistemas la relación entre los procesos geológicos y los ecológicos. Percibir el papel del tiempo en la evolución de su paisaje, el efecto de los impactos antrópicos y el de los esfuerzos adaptativos de las poblaciones humanas a lo largo de su historia, contribuyen a integrar al ser humano en su entorno de un modo particularmente relevante.

4. El ecosistema de la zona árida presenta una degradación histórica. (muy cierto). Los sectores de EZA mejor conservados apenas alcanzan el 20% del total en la mayoría de las provincias de la Zona Árida. Hasta mediados del siglo pasado, la práctica de la agricultura marginal bajo la demanda de una población rural creciente, eran el principal impulsor. Desde los años 80, ese rol ha sido sustituido por la urbanización, principalmente en las provincias más pobladas (Alicante y Canarias).

5. En el caso de la erosión, el EZA contribuye a disminuir sustancialmente los costes de remediación in situ y ex situ. (certeza alta). Estos últimos suelen superar el 95% de los totales. En las condiciones actuales del EZA, ese ahorro es del mismo orden que la producción bruta de los servicios de abastecimiento directo por recursos renovables. La condición extrema en que el EZA bien conservado ocupara toda el área rústica, el ahorro superaría en 15 veces el Valor Añadido Bruto (VAB) actual de la agricultura.

6. En el caso de su función como almacén de carbono orgánico, la pérdida acumulada en el tiempo que ha supuesto su degradación o puesta en cultivo es del orden de 3,106 k.km-2. (certeza alta). Esa cantidad representa 18 veces la emisión media por km2 de España en el año 2008.

Juan Puigdefábregas
Estación Experimental de Zonaa Áridas
CSIC

EL LOBO Y EL COYOTE, DISTINTOS CAMINOS EVOLUTIVOS A PARTIR DEL FINAL DE LA ÚLTIMA ERA GLACIAL

noticiasdelaciencia.com

Cuando, hace más de 10.000 años, la última era glacial llegó a su fin, muchas especies de grandes mamíferos se extinguieron y otras experimentaron cambios en su apariencia. Pero, ¿qué causó los cambios evolutivos producidos en los mamíferos que no se extinguieron?


Fósil de coyote. (Foto: F. Robin O'Keefe)

Los lobos cazan en manadas y de este modo pueden abatir presas de mayor tamaño que ellos. En cambio, los coyotes suelen ser depredadores solitarios que cazan mamíferos pequeños, como roedores y conejos.
Los lobos grises de la actualidad miden desde el hocico hasta la cola, de extremo a extremo, aproximadamente entre 1,5 y 1,8 metros (de 5 a 6 pies). Los coyotes de la actualidad miden alrededor de entre 0,9 y 1,2 metros (de 3 a 4 pies). Los lobos grises suelen pesar entre 35 y 55 kilogramos (de 80 a 120 libras aproximadamente). Los coyotes, por su parte, tienen un peso de tan sólo entre 14 y 18 kilogramos (de 30 a 40 libras).
Pero no siempre existió esta diferencia tan notable de corpulencia.
Un estudio realizado por Julie Meachen, del Centro Nacional estadounidense de Síntesis Evolutiva, y Josh Samuels, del Monumento Nacional Lechos de Fósiles John Day en Oregón, revela la causa por la que los coyotes perdieron la corpulencia que tuvieron en su día y que los hacía más similares a los lobos grises que hoy en día.
Los coyotes en el Pleistoceno eran distintos a los coyotes actuales. Los cráneos y mandíbulas de esos coyotes arcaicos eran significativamente más gruesos y profundos que los de las poblaciones modernas. Los coyotes del Pleistoceno también tenían dientes más anchos para procesar carne, una adaptación útil para matar presas más grandes.
Los cambios en el tamaño corporal de los coyotes se produjeron porque desaparecieron sus presas de gran tamaño así como sus competidores directos también de gran tamaño.

martes, 17 de abril de 2012

¿CÓMO FLORECEN LAS PLANTAS?

agenciasinc.es

Hasta ahora se desconocía la razón por la que las plantas producen flores en lugar de hojas. Un equipo internacional de científicos  ha identificado esta semana en PLoS Biology un gen que está implicado en el proceso floración en condiciones de luz normales .


El gen identificado podría ser útil para la Biotecnología. Imagen: Seong J. Yang.


Las plantas son capaces de ajustar el tiempo de su floración en respuesta a las condiciones ambientales de luz, temperatura y disponibilidad de nutrientes, pero se sabe muy poco acerca de lo que provoca que las plantas produzcan flores en lugar de hojas, en condiciones ambientales diferentes.
“La transición a la floración es el cambio de fase más dramático de las plantas con flores, y es crucial para el éxito reproductivo. Está controlado por la duración del día en las plantas”, señala a SINC Yu Hao, autor principal del estudio que publica PLoS Biology e investigador en  el departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Singapur.
El equipo de investigación buscó, a lo largo de cinco años y con la digitalización de tres millones de muestras, ciertas proteínas en las plantas para explicar el proceso de floración. Los resultados permiten identificar una molécula a la que llamaron FT interacción de la proteína-1 (FTIP1).
Según el estudio, las plantas con una versión no funcional del gen FTIP1 tardaban más en florecer en condiciones normales de luz (16 horas de luz al día). Sin embargo, con una versión funcional de este gen, su tiempo de floración volvió a la normalidad.

Primer regulador del 'florígeno'

Estos hallazgos sugieren que el gen es clave para explicar cómo la luz controla la floración y es el primer regulador del florígeno (molécula que induce la floración). Es además un gran avance en la comprensión del control de tiempo de floración.
FTIP1 y otros genes similares, podrían usarse también como marcadores moleculares para el cultivo clásico de plantas y para la modificación genética selectiva de ciertos rasgos de la floración, con el objetivo de aumentar los rendimientos de los cultivos en ambientes cambiantes.
El grupo de investigación está ahora estudiando qué otros factores están implicados en el control de la floración y cuáles son los procesos de desarrollo clave en las plantas.

Referencia bibliográfica:

Liu L, Liu C, Hou X, Xi W, Shen L, et al. (2012) “FTIP1 Is an Essential Regulator Required for Florigen Transport”. PLoS Biology 10(4): e1001313. doi:10.1371/journal.pbio.1001313

lunes, 16 de abril de 2012

LA FASCINANTE RELACIÓN SIMBIÓTICA ENTRE CIERTAS ESPECIES DE HORMIGAS, HONGOS Y BACTERIAS

noticiasdelaciencia.com

Las hormigas cortadoras de hojas, conocidas por transportar hojas verdes en sus caminatas por los bosques tropicales, son también agricultoras hábiles que cultivan hongos en "huertos", los cuales incluyen también bacterias. Las hormigas se alimentan de los hongos de estos huertos, pero hasta ahora no estaba claro el papel desempeñado por las bacterias.


Una hormiga cortadora. (Foto: Alejandro Soffia Vega)

Esos huertos son sembrados inicialmente por las hormigas, las cuales llevan trozos de hojas a las zonas subterráneas destinadas a huertos en sus hormigueros. Gracias a esas hojas, crece el hongo Leucoagaricus gongylophorus, del que se sabe desde hace mucho tiempo su utilidad como alimento para estas hormigas. La relación entre las hormigas cortadoras de hojas y estos hongos se conoce desde 1874, pero no fue hasta finales de la década de 1990 cuando los científicos comenzaron a identificar también bacterias en los huertos subterráneos.
Una nueva investigación, realizada por el equipo de Kristin Burnum del Laboratorio Nacional estadounidense del Pacífico Noroeste, y Frank Aylward y Cameron Currie de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, brinda ahora algunos de los primeros detalles concretos sobre la fascinante relación simbiótica entre hormigas cortadoras de hojas, hongos y bacterias. Lo descubierto demuestra que las bacterias ayudan a descomponer las hojas y desempeñan un papel importante en la transformación del material de las hojas en nutrientes que les sirvan a las hormigas y a los hongos.
El hallazgo no sólo es de interés para la biología. También puede ser útil para varios sectores industriales: Conocer de manera detallada cómo las bacterias convierten la materia vegetal en una fuente de nutrientes en los huertos de hongos gestionados por las hormigas también podría ayudar a mejorar la producción de biocombustibles.

domingo, 15 de abril de 2012

ECOSISTEMAS DE RÍOS Y RIBERAS ESPAÑOLES

ecoticias.com

En el contexto europeo, España es el país que posee mayor diversidad de tipos de ecosistemas acuáticos. Su ubicación en el ámbito mediterráneo, que se caracteriza por un clima peculiar en el que la irregularidad anual e interanual de las precipitaciones es lo habitual, junto a la fisonomía del territorio marcado por relieves altos que rompen la homogeneidad de las llanuras y un complejo marco geológico-litológico, ha dado lugar a una extraordinaria diversidad de tipos de ecosistemas fluviales. Así, en España coexisten ríos de caudal permanente, temporales, intermitentes e incluso secos (ramblas), con aguas dulces, salinas o hipersalinas y muchos de ellos en la frontera entre ríos y humedales. La variabilidad hidrológica natural es, pues, el rasgo biofísico más singular de los ecosistemas acuáticos del territorio español, pero también el que la sociedad y sus gestores perciben como un aspecto negativo que dificulta la obtención de beneficios.



Los ríos españoles no ocupan más del 1,1 % del territorio español y, sin embargo, son los abastecedores de agua dulce básica para el ser humano y de prácticamente todas sus actividades. Además, proporcionan muchos otros servicios de abastecimiento como alimentos, energía, y materiales de distinto origen, y servicios culturales relacionados con el ocio, el bienestar, la identidad cultural y el conocimiento y saber ecológico local. Pero los servicios más importantes y menos tangibles que proveen son los de regulación: los ríos y sus riberas intervienen en la regulación del clima local aumentando la evapotranspiración, amortiguando las temperaturas extremas y almacenando CO2. Las riberas bien conservadas controlan los procesos de erosión de las laderas y amortiguan las avenidas de agua. Además, procesan la materia orgánica y controlan la entrada de nutrientes, mostrando una alta capacidad autodepuradora. Pero, fundamentalmente, son los ecosistemas clave que conectan el resto del territorio: los flujos de agua transportan y redistribuyen sedimentos, materia orgánica y nutrientes, hacen funcionar los ciclos biogeoquímicos de los cuales se beneficia el ser humano. Por ejemplo: al depurar las aguas; generan hábitats para la supervivencia de especies de ambientes más húmedos y las introducen en medios más áridos: son corredores de biodiversidad. La interdependencia de los ecosistemas fluviales y terrestres es pues básica para mantener el bienestar humano.

Estado y tendencias de los ecosistemas ríos y riberas españoles

Para evaluar el estado y tendencias de los servicios que generan los ríos y riberas españoles se han utilizado un total 138 indicadores de distinta índole que han sido seleccionados y priorizados según los criterios definidos para el EME (Evaluación de los ecosistemas del Milenio de España, 2011). De forma sintética, de los 21 servicios analizados (ver Tabla 1), 14 de ellos (66,7 %) se están degradando o se están utilizando de manera insostenible. Los más afectados son los servicios de regulación y los culturales relacionados con el saber popular, el conocimiento ecológico local y la identidad cultural. En contraposición, algunos servicios de abastecimiento tecnificados (como las plantaciones de choperas en las riberas fluviales) y los culturales, que demanda la sociedad urbana, están aumentando.
El agua dulce es el principal servicio de abastecimiento que proporcionan los ríos españoles. La cantidad de agua que genera el ciclo hidrológico en las cuencas españolas, aunque muestra una gran variabilidad espacio-temporal, sería suficiente para satisfacer las necesidades de sus habitantes (los ríos españoles proporcionan más de 110 000 Hm3 al año). Sin embargo, en muchos casos, se está sobrepasando su tasa de renovación natural. Los 1300 embalses con que cuenta España controlan casi el 50 % del agua que se genera en las cuencas hidrológicas. De hecho, somos el país con más presas por número de habitantes del mundo, lo que está dificultando mantener como mínimo unos caudales ecológicos necesarios para que los ríos proporcionen muchos de los servicios de abastecimiento, de regulación y culturales. Aproximadamente el 13 % del agua regulada es utilizada en abastecimiento público, el 4,3 % en industria y más del 81 % en la agricultura. Este sector, además, consume buena parte del agua extraída de los acuíferos que, entre los años 1960 y 2008 se ha multiplicado por más de 600 veces. Sin embargo, nuestro consumo de agua real es bastante mayor si incorporamos el agua verde (agua de lluvia que abastece a los secanos) y el agua virtual (la que se ha usado en obtener un producto que se va a consumir en un territorio diferente). España importa unos 20 000 Hm3 de agua como servicio de abastecimiento de alimentación en forma de productos agrícolas (Rodríguez Casado et al., 2008), es decir, más cantidad que la utilizada en la agricultura española (unos 17 300 Hm3 en el año 2008). En el año 2007 los españoles consumimos una media de 157 litros diarios de agua, pero si a ello se le suma el agua utilizada en producir alimentos, papel y vestidos este valor aumenta de 10 a 20 veces. La situación es que España es uno de los países europeos con mayor huella hídrica (2544 m3/hab para el año 2008) (Camarero et al., 2011), lo cual nos hace especialmente responsables del deterioro ambiental de los ecosistemas acuáticos de otros países, fundamentalmente del Tercer Mundo.

Presión sobre los ríos y riberas

La excesiva presión sobre los ríos y riberas españoles, si bien ha conseguido aumentar el servicio de abastecimiento de agua dulce, está incidiendo negativamente sobre otros servicios de abastecimiento, de regulación y culturales. Así, la pesca fluvial, como servicio de alimentación, prácticamente ha desaparecido (en los últimos 30 años las capturas de salmones en los ríos españoles han disminuido en más de un 76 % y en 29 ríos salmoneros, de los 43 catalogados en España, el salmón se ha extinguido (WWF, 2001)). Además, muchos servicios de abastecimiento que hoy día han desaparecido o se encuentran excesivamente tecnificados, hubieran contribuido al bienestar de los españoles. Por ejemplo, la acuicultura de agua dulce, no se consolida como la alternativa a la pérdida de la pesca fluvial tradicional (entre los años 1990 y 2007, la producción en piscifactorías ha pasado de 175 millones de piezas a poco más de 8 millones). De igual manera, la sal que proporcionaban las salinas continentales, y que en los últimos años ha experimentado una importante revalorización, ha disminuido significativamente por el abandono de buena parte de ellas (de las 271 salinas continentales que existían en España antes de 1990, solo quedan 23 actualmente en explotación, que generan el 2,6 % de la producción total de sal, cuyo valor en el año 2007 alcanzó los 8.702 miles de euros, el 23,2 4% de total de sal exportada en España).
El efecto sinérgico que el excesivo control de caudales, la alteración del hábitat fluvial, la contaminación y la introducción de especies invasoras ejerce sobre el acervo genético de especies acuáticas y ribereñas endémicas en España es bien patente: según los libros rojos de Peces, Anfibios, Reptiles y Mamíferos, más del 63 % de las especies de estos grupos presentan un estado de conservación preocupante o muy preocupante y, según el Atlas y Libro Rojo de los invertebrados amenazados de España (Verdú et al., 2011), 23 especies de artrópodos y moluscos están catalogadas como vulnerables y 6 en peligro.
Pero los servicios que están disminuyendo de forma más drástica y generalizada son los de regulación. Los "almacenes naturales" que forman parte del ciclo hidrológico y que retardan y conservan el agua, se encuentran bastante deteriorados. Así, en los últimos 200 años, tanto el número como la superficie ocupada por los glaciares españoles ha retrocedido significativamente (la superficie de los glaciares del Pirineo ha disminuido en más de un 95 %), el 28,5 % de los acuíferos españoles se está explotando de forma intensiva y la capacidad del suelo para acumular agua está disminuyendo a consecuencia del cambio climático que favorece la evapotranspiración. Pero de igual manera, la regulación hídrica "artificial", a través fundamentalmente de los embalses, tampoco es al día de hoy efectiva. La capacidad de los 1300 embalses españoles para acumular agua es de 54 380 Hm3 y aunque su capacidad ha ido aumentando a lo largo del tiempo no lo ha hecho la cantidad de agua acumulada (ver Figura 1), que responde directamente a las precipitaciones anuales. Además, el modelo de gestión del agua de los embalses no asegura el abastecimiento público en casos de sequías como las que tradicionalmente sufre el territorio español. Como ejemplo, desde febrero de 2006 hasta junio de 2010 la mayor parte de las cuencas hidrológicas españolas estuvieron en estado de prealerta por sequía y en tres ocasiones en situación de alerta. En este mismo periodo la Cuenca del Segura estuvo en estado de emergencia durante 31 meses y la del Guadalquivir 32 meses en estado de alerta. De hecho, durante los meses en los que la precipitación es baja, se colapsa la capacidad reguladora de las cuencas hidrológicas por el exceso de la demanda de agua.
Cuando se utiliza más cantidad de agua que la que se genera, se recurre a tecnologías complejas y muy costosas que impactan gravemente sobre los ecosistemas fluviales. En la Cuenca del Segura, por ejemplo, y según datos de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, durante el ciclo hidrológico 2010/2011 tan solo el 21 % del agua consumida por la población humana provino de sus ríos, el resto lo suministraron el Trasvase Tajo-Segura (50,7 %) y la desalación (20,98 %), ambas con graves impactos ambientales (Hernández Soria, 2003; Roberts et al., 2010) pero que además cuestan mucho dinero (el coste del agua procedente de las desaladoras está entre 0,50 y 0,70 euros/m3).
Los cambios de uso del suelo son responsables directos de la pérdida de muchos servicios de regulación como el control de la calidad del aire, la regulación morfosedimentaria y formación de suelo o la capacidad para amortiguar las perturbaciones naturales. De hecho, las llanuras aluviales españolas prácticamente han desaparecido como ecosistemas naturales, dado que más del 93 % están ocupadas por la agricultura y por zonas urbanas (Miguel García et al., 1982), y los bosques de ribera tan solo ocupan, en el mejor de los casos, una estrecha banda de las orillas de los ríos. A pesar de la escasa superficie que ocupan, estos bosques ribereños almacenan casi 500 Giga-gramos de CO2 al año, lo que supone el 0,12 % del total de emisiones en España en el año 2008 (MARM, 2010).

Embalses

Además, cada vez es más evidente cómo el agua está pasando de ocupar su espacio natural en ríos y arroyos a estar retenida en balsas artificiales. Se calcula que actualmente en España existen más de 50 000 balsas (aunque hay fuentes que hablan de 80 000-100 000) (González, et al., 2009) que, además evaporan gran cantidad de agua alterando el clima local y regional. De igual manera los embalses inciden en este sentido: según datos del Instituto Geográfico Nacional, el agua evaporada por tan solo 139 embalses españoles supone algo más del 2 % del total de agua que proporcionan los ríos. Pero además, los embalses retienen suelo y nutrientes, impidiendo la fertilización de los suelos de vega. El retroceso del Delta el Ebro y la disminución del suelo fértil en muchas vegas fluviales indican la pérdida de capacidad de regulación morfosedimentaria de las cuencas hidrológicas españolas, lo cual intenta ser compensado, en parte, con la incorporación de los lodos procedentes de las depuradoras a las tierras agrícola, cuyo uso se ha incrementado en más de un 20 % en los últimos 10 años. Esta práctica no es inocua, dado que además de materia orgánica y nutrientes pueden incorporar metales pesados que alteran la calidad del suelo y de los productos agrícolas.
Los cambios de uso del suelo, que conducen al aumento de las superficies artificiales y al incremento de las tierras de regadío en las llanuras de inundación, aumentan la escorrentía, disminuyen la capacidad de infiltración del agua y con ello la recarga de acuíferos, precisamente los mecanismos naturales que pueden minimizar los efectos negativos de las avenidas de agua. En la Cuenca del Segura, por ejemplo, el número de avenidas ha ido aumentando cada vez que se producía un proceso de deforestación, como los derivados de las dos desamortizaciones históricas que tuvieron lugar a mitad del siglo XVII y entre los siglos XVIII y XIX, o tras el abandono de las tierras de cultivo a principios del siglo XX. Para solucionarlo se recurre a la tecnología: encauzamientos, canalizaciones, rectificaciones, embalses… pero casi nunca se consiguen los efectos deseados, de hecho el numero e intensidad de las avenidas en España está aumentando.
Por último, los cambios de uso del suelo junto al control exhaustivo de caudales y al aumento de la carga contaminante, han hecho disminuir la capacidad autodepuradora de muchos ríos españoles. En los últimos 20 años el número de vertidos urbanos ha aumentado en un 66% y en un 82% el de los industriales y, a pesar de las 1710 depuradoras de agua residuales que existen actualmente en España, apenas se consigue mantener un grado de calidad aceptable en los ríos, entre otras razones porque no llegan a controlar la contaminación difusa provocada por la persistencia de los fertilizantes y fitosanitarios aplicados a las tierras de cultivo. Los estudios realizados por las demarcaciones hidrográficas en aplicación de la Directiva Marco del Agua indican que el 74 % de los tramos de ríos españoles estudiados presentan problemas de contaminación y, en nueve cuencas hidrológicas, la salinidad del agua se ha incrementado en los últimos 10 años. La tecnología intenta suplir, sin demasiado éxito, un servicio de regulación que de forma natural y gratuita realizarían los ecosistemas. De hecho las inversiones de las administraciones públicas en los últimos 10 años para mantener la calidad del agua de los ríos, ha aumentado en un 224 % y el coste en depuración lo ha hecho en un 415 %. En el año 2009 el Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino empleó casi 500 millones de euros (el 41,7 % del total de inversiones del Ministerio) en infraestructuras para mejorar la calidad del agua, y depurar las aguas residuales le está costando a los españoles 0,54 euros/m3, casi tres veces más de lo que cuesta el agua para abastecimiento público procedente del Trasvase Tajo-Segura (0,19 euros/m3).
Este cuadro de alteración y sobreexplotación de ríos y riberas está favoreciendo la introducción y sobre todo el asentamiento de especies invasoras (se calcula que el 32 % del total de especies de vertebrados de los ríos españoles son introducidas), afectando a la biodiversidad de estos ecosistemas y disminuyendo la reserva genética que constituyen las especies autóctonas.
Los ríos y riberas ejemplarizan una gran cantidad de servicios culturales que generó el saber popular a través de la experiencia, su uso y disfrute, pero que hoy día se están perdiendo a un ritmo muy acelerado, sobre todo los relacionados con el conocimiento ecológico local y la identidad cultural, o se están degradando como en el caso del disfrute espiritual y religioso.
La cantidad y diversidad de artilugios y sistemas hidráulicos, de los que España es especialmente rica, es la manifestación de un modelo de uso sostenible del agua perfectamente acoplado al ciclo hidrológico: aljibes y albercas acumulaban agua de lluvia para abastecimiento humano y del ganado, las cortas y boqueras aprovechaban el agua de escorrentía y de avenida; con cigüeñales, cimbras, minas, aceñas y qanats se extraía y aprovechaba el agua subterránea, batanes, molinos y norias usaban la fuerza del agua para moler, o subir el agua a cotas donde aumentar la superficie regable. Buena parte de la experiencia del hombre con los ríos y riberas está incorporada al saber popular a través de refranes (más del 2% de los 400 000 dichos populares recogidos en el refranero español, incluyen referencias a las distintas fases del ciclo del agua, a los tipos de ecosistemas acuáticos, a los servicios que proporcionan, a oficios ligados al agua, o a sistemas y artilugios hidráulicos), nombres de pueblos, lugares o enseres que nos han legado un rico catálogo en forma de vocablos. Muchas plantas de los ríos y riberas aún son utilizadas por las poblaciones rurales por su valor culinario (p.e. almez, apio, berro, menta), terapéutico (p.e. culantrillo, escaramujo, cola de caballo, rosa silvestre), como materiales de construcción (p.e. anea, carrizo, fresno, olmo), en cestería (p.e. caña, mimbre), o en ritos (p.e. zarza, junco, baladre, chopo). Incluso se conservan maneras propias de ordenar y organizar los usos del agua acoplados a los ritmos de la naturaleza. De hecho España posee las dos organizaciones jurídicas más antiguas de Europa que regulan el disfrute del agua de dos comunidades de regantes tradicionales: El Tribunal de las Aguas de Valencia y el Consejo de los Hombres Buenos de la Huerta de Murcia, ambas declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Sin embargo, cada vez es mayor la demanda por parte de la población urbana española de espacios de ocio para realizar actividades recreativas, ecoturismo o simplemente disfrutar de ambientes saludables, entre los que los paisajes ligados al agua son de los más requeridos, quizás porque desde el punto de vista estético, son de los que producen mayor placer y bienestar al ser humano. No es extraño, pues, que las administraciones públicas inviertan esfuerzos y dinero en proteger espacios que reúnen estas condiciones o que en España hayan aumentado sensiblemente los programas de Educación Ambiental y de voluntariado ambiental que, aunque favorecen la sensibilización de las poblaciones más urbanas, sus mensajes están aún lejos de favorecer actitudes comprometidas a través de la identificación del valor que los ríos y riberas tienen como parte del capital natural necesario para el bienestar humano.

Las crisis pueden ser una oportunidad

Si bien es cierto que en los últimos 15 años se ha realizado un importante esfuerzo por aumentar la cantidad y mejorar la calidad del agua de los ríos españoles, el control exhaustivo de los caudales y los cambios de uso del suelo, que hacen desaparecer los bosques ribereños, aceleran los procesos de contaminación y desacoplan los ciclos biogeoquímicos, y la introducción de especies exóticas invasoras, que alteran y disminuyen el acervo genético que representan las especies acuáticas y ribereñas, están dificultando que ríos y riberas españoles suministren muchos otros servicios que mantienen de forma sostenible la variedad de usos humanos y que contribuyen al bienestar de los españoles. Hoy en día, la tecnología ha intentado suplir la pérdida de muchos servicios, sobre todo de regulación (por ejemplo, la restauración hidrológico-forestal intenta suplir el papel de la vegetación de las laderas en el control de la erosión y pérdida de suelo), pero la actual crisis económica en la que nos encontramos inmersos, que obliga a la austeridad, también va a incidir en las inversiones para ejecutar las obras y proyectos que, a duras penas, mantenían la cantidad y calidad del agua de nuestros ríos y riberas, en la protección de espacios fluviales y especies acuáticas en peligro y en la eliminación de las especies invasoras porque son muy costosas. Este panorama se verá además empeorado por las incertidumbres que está generando el cambio climático global y la percepción, cada vez más evidente, de que la alteración que están sufriendo los ecosistemas, lejos de ser lineal, es difícilmente previsible.
Es tiempo, pues, de realizar una "reconversión hídrica" sobre la base de que los ríos y riberas son el capital natural que proporciona muchos servicios básicos para la supervivencia y el buen vivir de los españoles y que, la gestión sostenible del agua y de los ecosistemas acuáticos, hay que integrarla en el espacio territorial que constituyen las cuencas hidrológicas, conexionando y coordinando las políticas hídrica, agrícola y forestal. El agua hay que entenderla y gestionarla en el contexto del ciclo hidrológico que opera a nivel de cuenca. Una perspectiva más integrada de cómo los ríos y sus cuencas forman una unidad funcional e interdependiente entre el agua de lluvia y los flujos de agua azul (los que circulan por los ríos) y de agua verde (la procedente de las precipitaciones que alimenta las aguas subterráneas y se almacena en el suelo), que en conjunto proporcionan los servicios que permiten el bienestar humano, nos ayudaría a proponer modelos de gestión más sostenibles y justos del agua y del suelo.
En el actual contexto del cambio ambiental global, solo estrategias y medidas más adaptativas en la gestión de los ecosistemas, en general, y de los acuáticos, en particular, tendrían visos de ser efectivas: "más de lo mismo no es una estrategia adaptativa". Sobrepasar la tasa de renovación del ciclo del agua significa presionar a los ecosistemas acuáticos cuya consecuencia es la reducción por incapacidad para producir muchos servicios. Las estrategias adaptativas más eficaces serian aquellas encaminadas a la gestión sostenible del agua que genera el ciclo hidrológico en las cuencas, que son el espacio territorial sobre el que se debería ordenar y gestionar.
En este marco, es urgente y necesaria una "revolución agrícola" lo que significa aunar la eficiencia de las técnicas de riego actuales con el mantenimiento de caudales ambientales que aseguren el suministro de los servicios ecosistémicos, el cultivo de productos ecológicos adaptados a la singularidad de cada territorio, la disminución de insumos (fertilizantes, fitosanitarios, etc) y la recuperación y revalorización de técnicas tradicionales, y variedades fitogenéticas locales desaparecidas o en fase de desaparición, pero específicamente adaptadas a las condiciones ambientales locales y al gusto de sus habitantes, que generaron los modos más sostenibles de gestionar el agua y el suelo agrícola.
Disminuir la avaricia por el agua llevaría a recuperar los ecosistemas acuáticos que, en definitiva son los que nos proporcionan muchos de los servicios que hacen posible el "buen vivir" de los españoles.

REFERENCIAS

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Hernández Soria, M.A. 2003. El Trasvase Tajo-Segura- Lecciones del pasado-. WWF/Adena. 24 pp. (http://assets.wwfspain.panda.org/downloads/trasvase_tajo_segura.pdf).

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Miguel García, P. de; et al.; 1982. Riberas marítimas, fluviales y lacustres: elementos para una ordenación. CEOTMA, serie documentación 2. MOPU. Madrid, 88 pp.

Roberts, D.A., E.L. Johnston, N.A. Knott. 2010. Impacts of desalination plant discharges on the marine environment: A critical review of published studies. "Water Research", 44: 5117-5128.

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WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza). 2001. La situación del salmón salvaje del atlántico: Una evaluación por ríos. 27 pp.

AUTORES:

Mª Luisa Suárez Alonso
Universidad de Murcia

Mª Rosario Vidal-Abarca Gutiérrez
Universidad de Murcia