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Las alteraciones en un ecosistema, como por ejemplo cuando una planta foránea se
aposenta con éxito en un hábitat que no ha sido nunca el suyo natural, pueden
tener consecuencias inesperadas, como cuando en el juego del billar el choque de
una bola contra otra puede desplazar a una tercera, y ésta a su vez a una
cuarta, y así hasta varias veces en una cascada difícil de prever.
Las arañas lobo prosperan en terrenos cubiertos por plantas de la especie Microstegium vimineum, a costa de los sapos americanos, presas fáciles para esas arañas. (Foto: Jayna DeVore / UGA)
En ciertos bosques de Estados Unidos, se ha registrado un fenómeno extraño y
un tanto inquietante: El aposentamiento de una especie invasora de origen
asiático, la planta Microstegium vimineum, que fue introducida de forma
accidental en el país a principios del siglo XX, ha creado un hábitat muy
favorable para ciertas arañas de la familia Lycosidae, conocidas popularmente
como arañas lobo. El notorio aumento de las poblaciones de araña lobo ha
incrementado también la cantidad de presas que estos arácnidos deben cazar para
subsistir, y ello está diezmando a los sapos de la especie Anaxyrus americanus,
conocidos popularmente como sapos americanos.
Así lo ha comprobado el equipo de Jayna DeVore (que ahora está en la
Universidad de Sídney en Australia) y John Maerz, de la Universidad de Georgia
(UGA) en la ciudad estadounidense de Athens.
El fenómeno resulta especialmente llamativo por cuanto esos bosques en los
que los sapos americanos están siendo diezmados eran en el pasado lugares donde
disfrutaban de un alto nivel de supervivencia natural.
Tal como argumenta DeVore, la gente no se da del todo cuenta a menudo sobre
cuánto pueden afectar unos cambios estructurales en un entorno a la forma en que
interactúan los animales. Los ecosistemas son tan increíblemente complejos que
puede resultar muy difícil predecir cómo los cambios medioambientales, tales
como la colonización por una especie invasora, afectarán a los organismos
autóctonos que viven en las áreas afectadas.
Las arañas son depredadoras de una voracidad tremenda, y tienden a devorar
cualquier cosa que puedan cazar, incluso otras arañas. Ese canibalismo entre
ellas mantiene normalmente a las poblaciones de arañas a raya, pero la planta de
la especie Microstegium vimineum hace muy fácil para las arañas esconderse unas
de otras, por lo que se matan menos entre ellas, hay más bocas arácnidas que
alimentar, y los pequeños sapos que emergen de los humedales, presa fácil para
esas grandes arañas, se convierten en una víctima muy propicia.
Para probar su hipótesis, DeVore y Maerz prepararon jaulas donde podían
controlar la presencia de la planta y las arañas. Comprobaron que las densidades
de las arañas eran un 33 por ciento superiores y la supervivencia de los sapos
había disminuido en un 65 por ciento en las jaulas con presencia de la planta.
La sola presencia de esta última, en ausencia de las arañas, no afectaba a la
supervivencia de los sapos.
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