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La capacidad de acumular conocimientos con el paso de las generaciones, algo que
se denomina cultura acumulativa, ha proporcionado a la humanidad el lenguaje y
la tecnología. Si bien se creía hasta ahora que estaba limitada a los humanos,
unos investigadores han encontrado recientemente que los monos babuinos son
también capaces de cultura acumulativa.
Mono babuino utilizando una pantalla táctil. (Foto: © 2014 Nicolas Claidière)
La humanidad es capaz de grandes logros, tales como enviar naves al espacio y
erradicar enfermedades; estos logros han sido posibles porque los humanos
aprendemos de nuestros mayores y enriquecemos nuestro conocimiento con el paso
de las generaciones. Se creía con anterioridad que este aspecto acumulativo de
la cultura, por el cual la acumulación de pequeños cambios se va transmitiendo,
usando y enriqueciendo por otros, estaba limitado a los humanos. Esto no es así,
como se ha comprobado ahora mediante observaciones a otro primate, el mono
babuino, gracias a una investigación realizada por científicos del Laboratorio
de Psicología Cognitiva, adscrito a la Universidad de Aix-Marsella en Francia y
al CNRS (Centro Nacional francés para la Investigación Científica), trabajando
en colaboración con colegas de la Universidad de Edimburgo en el Reino
Unido.
Si bien está claro que monos como por ejemplo los chimpancés aprenden muchas
cosas de sus compañeros, cada individuo parece empezar a aprender desde cero. En
cambio, los humanos usamos técnicas que evolucionan y mejoran de una generación
a otra, y que también difieren de una población a otra. El origen de la cultura
acumulativa en el Ser Humanos encierra muchos misterios, que los científicos
intentan desentrañar con la ayuda de investigaciones como esta.
Nicolas Claidière, Joël Fagot, Simon Kirby y Kenny Smith hicieron el estudio
con monos babuinos viviendo en grupos en unas instalaciones y que tenían acceso
libre a un área con pantallas táctiles donde podían jugar a un “juego de
memoria” diseñado específicamente para el estudio. En este juego, la pantalla
muestra brevemente una cuadrícula de 16 cuadros, cuatro de los cuales son rojos
y los otros blancos. La imagen es entonces reemplazada por una cuadrícula
parecida, pero compuesta solo de cuadros blancos, y los monos babuinos deben
tocar los cuatro que previamente eran rojos. La primera fase del experimento
empezó con un período de aprendizaje de una tarea basada en el juego y
caracterizada por el hecho de que la posición de los cuatro cuadros rojos era
aleatoria cada vez. En la segunda fase, se usaba un patrón por el cual la
información era transmitida de un individuo a otro. En esta segunda fase, la
respuesta de un mono babuino (los cuadros tocados en la pantalla) era utilizada
para generar el próximo patrón de cuadrícula que el siguiente mono tendría que
memorizar y reproducir, y así durante 12 “generaciones”.
Los investigadores vieron que los monos babuinos actuaban mejor en la fase
que implicaba una cadena de transmisión, en comparación con la prueba aleatoria,
que continuó a lo largo de todo el período del experimento. La tasa de éxito se
incrementó del 80 a aproximadamente el 95 por ciento.
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