sábado, 22 de noviembre de 2014

BACTERIAS CON “SENTIDO DEL TACTO”

noticiasdelaciencia.com

En una nueva investigación, se ha encontrado que una de las bacterias infecciosamente más prolíficas del mundo consigue infectar a humanos, animales e incluso plantas ayudándose de un mecanismo nunca antes visto en microorganismo infeccioso alguno: un “sentido del tacto”. Esta singular habilidad ayuda a la bacteria Pseudomonas aeruginosa a proliferar en muchas situaciones diferentes. Es el primer patógeno del que se sabe que inicia una infección tan pronto como entra en contacto con la superficie de un anfitrión.

En uno de los experimentos del estudio se comprobó que, gracias a su sentido del “tacto”, cuando los investigadores, tras haber infectado células de hiedra (anillos azules) con la bacteria (áreas verdes), introdujeron amebas (amarillo) en la misma muestra, las Pseudomonas las detectaron y atacaron inmediatamente. (Imagen: Albert Siryaporn, Departamento de Biología Molecular de la Universidad de Princeton)

El hallazgo lo han hecho unos científicos de la Universidad de Princeton en Nueva Jersey, y el Dartmouth College en Hanover, New Hampshire, ambas instituciones en Estados Unidos.
La posesión del mecanismo estudiado significa que estas bacterias, a diferencia de la mayoría de patógenos, no dependen de una señal química específica de un anfitrión, y que solo tienen que “tocar” cualquier organismo cuyo estado le haga apto para la infección.
La mayoría de las bacterias, virus y otros agentes que causan enfermedades infecciosas dependen del “sentido del gusto”, por así decirlo, dado que responden a señales químicas propias de los anfitriones con los que normalmente han coevolucionado. Las Pseudomonas, sin embargo, a través de su sentido del tacto, son capaces de prosperar en humanos, plantas, animales, numerosas superficies fabricadas por el Hombre, y en agua y tierra. Pueden causar infecciones potencialmente mortales en diversos órganos, y son muy resistentes a los antibióticos.
El equipo de Zemer Gitai, de la Universidad de Princeton, encontró, no obstante, que las bacterias no podían infectar a otro organismo cuando una proteína en su superficie, conocida como PilY1, estaba desactivada. Esto sugiere una posible vía de tratamiento que, en vez de estar orientada a intentar matar al patógeno, se limite a actuar contra los mecanismos de infección de la bacteria. Saboteadas de este modo, las bacterias no podrían poner en marcha sus infecciones, y ello acabaría haciéndolas desaparecer.

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