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En todo el mundo hay entre 25.000 y 30.000 especies de abejas de las cuales 2.500 se encuentran en Europa y en España más de 1.000. Solo por si mismas ya son un elemento fundamental de la biodiversidad.
Pero su importancia y la de otros polinizadores para la biodiversidad en la Tierra es incuestionable. El 71% de los principales cultivos a nivel mundial y cerca del 90% de las plantas con flor silvestres dependen de la polinización por insectos. Sin ellas frutos y semillas, fundamentales para la humanidad y para muchas otras especies, no existirían. Además, solo para la agricultura la polinización supone anualmente unos 265.000 millones de euros a nivel mundial, 22.000 millones de euros en Europa y más de 2.400 millones de euros en España. Sin embargo las poblaciones de abejas y otros polinizadores están en declive.
De esto trata precisamente el congreso Eurbee 2014. Este congreso internacional reúne en Murcia a más de 300 científicos de 49 países, que durante estos días van a discutir sobre la dramática situación que viven las abejas melíferas en todo el mundo y de cómo las podemos salvar.
En una entrevista reciente, la presidenta del congreso, investigadora y profesora en la Universidad de Murcia, Pilar de la Rúa, lo decía claramente: “El declive de los polinizadores es un indicador claro de que algo funciona mal”, “Se está observando un declive debido, fundamentalmente, a las actividades humanas: el uso de plaguicidas, cambios en el uso del suelo y la dispersión de patógenos (...)” y concluía “El trabajo de los insectos polinizadores es insustituible”.
Durante la primera ponencia magistral llevada a cabo por el investigador británico Dave Goulson quedó clara la gravedad del problema y la gran responsabilidad de la agricultura industrial y en particular de los plaguicidas. Estos no solo tienen efectos nocivos sobre las abejas (desde afectar, por ejemplo, su compleja capacidad de navegación desorientandolas hasta efectos agudos que provocan su muerte inmediata) sino que en el caso de los neonicotinoides se acumulan en el terreno en cantidades de hasta el 94% por lo que son absorbidas por otras plantas, afectan los acuíferos y dañan a otras especies beneficiosas y el ecosistema en general.
El profesor José Serrano, quien presentó a Dave Goulson, fue contundente y dijo que los plaguicidas “son bombas de relojería” porque “no conocemos ni todo el bien ni todo el mal que causan porque no se han estudiado a fondo”. Sin duda, un gran motivo para aplicar estrictamente el principio de precaución y no permitir su uso.
Conocemos las soluciones y con voluntad política podemos avanzar hacia ellas. Pero sin duda hay que actuar con urgencia prohibiendo en la inmediatez a los plaguicidas peligrosos para las abejas y otros insectos polinizadores y a largo plazo apostar por la agricultura ecológica, el único modelo de agricultura que demuestra cada dia que no solo es benéfico para las abejas y resto de biodiversidad sino que para nuestra propia salud.
Fuente original: http://www.greenpeace.org/
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