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La eliminación de desechos nucleares es muy complicada, con volúmenes muy
grandes destinados a ser enterrados a gran profundidad. El mayor volumen de
desechos radiactivos, corresponde a los del tipo catalogado como de “nivel
intermedio”, que deben ser encerrados en sarcófagos de hormigón antes de su
almacenamiento en cámaras subterráneas especiales. Sin embargo, tarde o
temprano, las aguas subterráneas acaban alcanzando estos materiales de desecho,
y entonces reaccionan con el cemento, convirtiéndolo en altamente alcalino. Este
cambio lleva a una serie de reacciones químicas, desencadenando la
descomposición de los diversos materiales presentes en estos desechos complejos.
La bacteria, mostrada en el recuadro, fue hallada en muestras de tierra del Distrito de los Picos, una zona de tierras altas situada en Inglaterra. (Imagen: Universidad de Manchester)
Uno de los productos relacionados con estas actividades, el ácido
isosacarínico, causa mucha preocupación porque puede reaccionar con una amplia
gama de radionucleidos, elementos tóxicos e inestables que se constituyen
durante la producción de energía nuclear y que dan forma al componente
radiactivo del desecho nuclear. Si el ácido isosacarínico se enlaza químicamente
a los radionucleidos, como por ejemplo, el uranio, entonces se vuelven mucho más
solubles y aumenta la probabilidad de que fluyan fuera de las cámaras
subterráneas, alcanzando acuíferos e incluso la superficie, con el consiguiente
riesgo de que contaminen el agua potable o entren en la cadena alimentaria.
Se sabe de algunos microorganismos exóticos que son capaces de sobrevivir
expuestos a elevadísimas dosis de radiactividad y que además realizan una
actividad biogeoquímica que podría, potencialmente, ayudar a descontaminar
lugares emponzoñados con desechos radiactivos, o a evitar que los residuos
contaminantes se propaguen por el entorno. El hallazgo de una nueva bacteria de
este tipo proyecta un rayo de esperanza sobre algunas de las cuestiones más
punzantes de la problemática de los residuos nucleares.
El equipo de Jonathan Lloyd, de la Universidad de Manchester en el Reino
Unido, ha descubierto bacterias extremófilas especializadas, que pueden vivir
bajo las condiciones alcalinas que podemos esperar encontrar en los desechos
radiactivos recubiertos con cemento. Los organismos no solo están adaptados de
forma soberbia a vivir en desechos cálcicos altamente alcalinos, sino que pueden
usar el ácido isosacarínico como fuente de alimento y energía bajo condiciones
virtualmente idénticas a aquellas que se estima que existen dentro de los
cementerios nucleares para desechos de nivel intermedio o en sus alrededores.
Por ejemplo, cuando no hay oxígeno (un escenario probable en cámaras
subterráneas de almacenamiento), que ayude a estas bacterias a “respirar” y
descomponer el ácido isosacarínico, estos simples microorganismos unicelulares
son capaces de cambiar su metabolismo para respirar usando otras sustancias en
el agua, como nitrato o hierro.
Los procesos biológicos fascinantes que utilizan para mantenerse con vida
bajo condiciones tan extremas están siendo estudiados todavía por el equipo de
la Universidad de Manchester, así como los efectos de estabilización de estas
modestas bacterias sobre los desechos radiactivos, y todo apunta a que esta
línea de investigación será muy fructífera.
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