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Se forman nuevas especies cuando sus miembros ya no pueden reproducirse con los
de la especie original. El mecanismo habitualmente aceptado es la especiación
por aislamiento geográfico, en la cual nuevas barreras geográficas, tales como
montañas o grandes cuerpos de agua, separan a miembros de un grupo, haciendo que
evolucionen de forma independiente.
Una reina de la especie parásita Mycocepurus castrator (izquierda) y una reina de la especie anfitriona Mycocepurus goeldii (derecha). (Fotos: Christian Rabeling / Universidad de Rochester)
Desde los tiempos de Darwin, los biólogos evolutivos han debatido largamente
sobre si dos especies pueden evolucionar a partir de un ancestro común sin estar
aisladas geográficamente la una de la otra. La idea, aunque no se descartaba por
completo, parecía poco probable. Ahora, un insólito hallazgo en Sudamérica
demuestra que la especiación puede tener lugar dentro de una misma colonia.
Una especie recientemente descubierta de hormigas apoya esta controvertida
teoría de la formación de especies. La hormiga, encontrada solo en una única
parcela de árboles eucaliptos del campus de la Universidad Estatal de São Paulo
en Brasil, se bifurcó de su especie original mientras vivía en la misma colonia,
algo considerado raro en los actuales modelos de desarrollo evolutivo.
Al descubrir la especie parásita de hormiga Mycocepurus castrator, el equipo
del biólogo Christian Rabeling, de la Universidad de Rochester en Nueva York,
Estados Unidos, ha sacado a la luz un ejemplo del citado proceso alternativo y
polémico de evolución de especies.
La M. castrator no es simplemente otra hormiga en la colonia; es un parásito
que vive con su anfitrión, el Mycocepurus goeldii, y a expensas de él. El
anfitrión es una hormiga que cultiva hongos por su valor nutritivo, tanto para
ella como, indirectamente, para su parásita, que no participa en el trabajo de
cultivar el huerto de hongos. Eso llevó a los investigadores a estudiar las
relaciones genéticas de todas las hormigas que cultivan hongos en Sudamérica,
incluyendo las cinco ya conocidas y seis recién descubiertas del género
Mycocepurus, para determinar si el parásito evolucionó a partir de su anfitrión.
Encontraron que las hormigas parásitas estaban, en efecto, muy próximas
genéticamente a la M. goeldii, pero no a otras especies de hormigas.
También determinaron que las hormigas parásitas ya no eran compatibles desde
el punto de vista reproductivo con las hormigas anfitrionas, lo que las
convierte en una especie propia, y que se habían dejado de reproducir con ellas
hace apenas 37.000 años, un período muy corto en la escala evolutiva.
El equipo investigador halló una gran pista al comparar los genes de las
hormigas, tanto en el núcleo celular como en las mitocondrias, las estructuras
que producen energía en las células. Los genes están hechos de unidades llamadas
nucleótidos, y Rabeling encontró que lo mostrado en la secuenciación parcial de
esos nucleótidos en las mitocondrias está empezando a ser diferente de lo que se
encuentra en las hormigas anfitrionas, pero que los genes en el núcleo tienen
aún rasgos de la relación ancestral entre éstas y el parásito, lo que ha llevado
a los autores del estudio a concluir que la M. castrator ha empezado a alejarse
evolutivamente de su anfitrión.
Rabeling admite que comparar solo algunos genes nucleares y mitocondriales
puede no ser suficiente para demostrar sin sombra de duda que las hormigas
parasitarias son una especie completamente nueva, pero la cuestión se aclarará
pronto, pues el grupo ya trabaja en secuenciar los genomas mitocondriales y
nucleares completos de estas hormigas parasitarias y de sus anfitrionas.
Las hormigas parasitarias necesitan ser discretas porque aprovecharse de la
especie anfitriona comporta una conducta que está considerada un tabú en la
sociedad de las hormigas. Se sabe de casos de turbas de hormigas obreras
furiosas matando a ladronas descubiertas como tales. Como resultado de ello, la
reina parásita de la nueva especie ha evolucionado adoptando un tamaño menor,
haciéndola difícil de distinguir de una obrera anfitriona.
Las reinas anfitrionas y los machos de su misma especie se aparean en una
ceremonia aérea, solo durante una estación particular, cuando empieza a llover.
Rabeling encontró que las reinas parasitarias y sus machos, necesitando ser más
discretos sobre sus actividades reproductoras, se han separado del patrón de
apareamiento de las anfitrionas. Al necesitar ocultar su identidad parásita, los
machos y hembras de M. castrator no podían dejarse ver de ese modo tan ostentoso
en tales ceremonias aéreas de apareamiento, y acabaron perdiendo sus
adaptaciones especiales que las permitían reproducirse en vuelo. Ahora se
aparean dentro del hormiguero de las anfitrionas, lo que las imposibilita para
interactuar sexualmente con su especie anfitriona.
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