domingo, 28 de septiembre de 2014

ENCUENTRAN PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE UN MECANISMO EVOLUTIVO ALTERNATIVO

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Se forman nuevas especies cuando sus miembros ya no pueden reproducirse con los de la especie original. El mecanismo habitualmente aceptado es la especiación por aislamiento geográfico, en la cual nuevas barreras geográficas, tales como montañas o grandes cuerpos de agua, separan a miembros de un grupo, haciendo que evolucionen de forma independiente.

Una reina de la especie parásita Mycocepurus castrator (izquierda) y una reina de la especie anfitriona Mycocepurus goeldii (derecha). (Fotos: Christian Rabeling / Universidad de Rochester)


Desde los tiempos de Darwin, los biólogos evolutivos han debatido largamente sobre si dos especies pueden evolucionar a partir de un ancestro común sin estar aisladas geográficamente la una de la otra. La idea, aunque no se descartaba por completo, parecía poco probable. Ahora, un insólito hallazgo en Sudamérica demuestra que la especiación puede tener lugar dentro de una misma colonia.
Una especie recientemente descubierta de hormigas apoya esta controvertida teoría de la formación de especies. La hormiga, encontrada solo en una única parcela de árboles eucaliptos del campus de la Universidad Estatal de São Paulo en Brasil, se bifurcó de su especie original mientras vivía en la misma colonia, algo considerado raro en los actuales modelos de desarrollo evolutivo.
Al descubrir la especie parásita de hormiga Mycocepurus castrator, el equipo del biólogo Christian Rabeling, de la Universidad de Rochester en Nueva York, Estados Unidos, ha sacado a la luz un ejemplo del citado proceso alternativo y polémico de evolución de especies.
La M. castrator no es simplemente otra hormiga en la colonia; es un parásito que vive con su anfitrión, el Mycocepurus goeldii, y a expensas de él. El anfitrión es una hormiga que cultiva hongos por su valor nutritivo, tanto para ella como, indirectamente, para su parásita, que no participa en el trabajo de cultivar el huerto de hongos. Eso llevó a los investigadores a estudiar las relaciones genéticas de todas las hormigas que cultivan hongos en Sudamérica, incluyendo las cinco ya conocidas y seis recién descubiertas del género Mycocepurus, para determinar si el parásito evolucionó a partir de su anfitrión. Encontraron que las hormigas parásitas estaban, en efecto, muy próximas genéticamente a la M. goeldii, pero no a otras especies de hormigas.
También determinaron que las hormigas parásitas ya no eran compatibles desde el punto de vista reproductivo con las hormigas anfitrionas, lo que las convierte en una especie propia, y que se habían dejado de reproducir con ellas hace apenas 37.000 años, un período muy corto en la escala evolutiva.
El equipo investigador halló una gran pista al comparar los genes de las hormigas, tanto en el núcleo celular como en las mitocondrias, las estructuras que producen energía en las células. Los genes están hechos de unidades llamadas nucleótidos, y Rabeling encontró que lo mostrado en la secuenciación parcial de esos nucleótidos en las mitocondrias está empezando a ser diferente de lo que se encuentra en las hormigas anfitrionas, pero que los genes en el núcleo tienen aún rasgos de la relación ancestral entre éstas y el parásito, lo que ha llevado a los autores del estudio a concluir que la M. castrator ha empezado a alejarse evolutivamente de su anfitrión.
Rabeling admite que comparar solo algunos genes nucleares y mitocondriales puede no ser suficiente para demostrar sin sombra de duda que las hormigas parasitarias son una especie completamente nueva, pero la cuestión se aclarará pronto, pues el grupo ya trabaja en secuenciar los genomas mitocondriales y nucleares completos de estas hormigas parasitarias y de sus anfitrionas.
Las hormigas parasitarias necesitan ser discretas porque aprovecharse de la especie anfitriona comporta una conducta que está considerada un tabú en la sociedad de las hormigas. Se sabe de casos de turbas de hormigas obreras furiosas matando a ladronas descubiertas como tales. Como resultado de ello, la reina parásita de la nueva especie ha evolucionado adoptando un tamaño menor, haciéndola difícil de distinguir de una obrera anfitriona.
Las reinas anfitrionas y los machos de su misma especie se aparean en una ceremonia aérea, solo durante una estación particular, cuando empieza a llover. Rabeling encontró que las reinas parasitarias y sus machos, necesitando ser más discretos sobre sus actividades reproductoras, se han separado del patrón de apareamiento de las anfitrionas. Al necesitar ocultar su identidad parásita, los machos y hembras de M. castrator no podían dejarse ver de ese modo tan ostentoso en tales ceremonias aéreas de apareamiento, y acabaron perdiendo sus adaptaciones especiales que las permitían reproducirse en vuelo. Ahora se aparean dentro del hormiguero de las anfitrionas, lo que las imposibilita para interactuar sexualmente con su especie anfitriona.

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