martes, 23 de septiembre de 2014

CÓMO EL METEORITO QUE ANIQUILÓ A LOS DINOSAURIOS RENOVÓ LOS BOSQUES DE LA TIERRA

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Hace 66 millones de años, un objeto cósmico rocoso de 10 kilómetros de diámetro impactó contra la península de Yucatán, cerca del lugar en el que hoy se encuentra la pequeña población de Chicxulub, con una fuerza de 100 teratones. En comparación, una explosión como las de las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki está en la escala de entre los 10 y los 30 kilotones. Mil kilotones son un megatón. Mil megatones son un gigatón. Mil gigatones son un teratón.


Una hoja fosilizada de una planta procedente de la Formación Hell Creek, en Dakota del Norte, Estados Unidos. (Foto: Benjamin Blonder)

Aquel colosal impacto cósmico dejó un cráter de más de 150 kilómetros de diámetro, y se asume que los consiguientes megatsunamis, incendios forestales, terremotos globales y vulcanismo generalizado, aniquilaron a los dinosaurios y dejaron vía libre para la entrada en escena de los mamíferos. Pero, ¿qué les pasó a las plantas que alimentaban a los dinosaurios?
El impacto del meteorito diezmó a los vegetales de hoja perenne entre las plantas con flores de un modo mucho más grande que a las plantas análogas, de sus mismas zonas, pero de hoja caduca, según un nuevo estudio.
Aplicando fórmulas biomecánicas a miles de hojas fosilizadas de angiospermas (plantas con flores) de un valioso conjunto paleontológico, el equipo de Benjamin Blonder, de la Universidad de Arizona en la ciudad estadounidense de Tucson, pudo reconstruir la ecología de una comunidad de plantas diversa, que prosperó durante un período de unos 2,2 millones de años, abarcando el suceso cataclísmico del impacto, el cual se cree que aniquiló a más de la mitad de las especies de plantas que vivían en esa época.
Los investigadores han encontrado pruebas de que después de la catástrofe, las angiospermas vegetales de hoja caduca, de crecimiento rápido, reemplazaron en gran medida a las compañeras vegetales de hoja perenne y de lento crecimiento.

El estudio proporciona evidencias muy buscadas sobre cómo se desarrolló esa gran  extinción en las comunidades vegetales de la época. Si bien se sabía que las especies de plantas que existieron antes del impacto fueron diferentes de las que vinieron después, los datos eran escasos en cuanto a si los cambios en los conjuntos de plantas fueron solo un fenómeno aleatorio o un resultado directo de la citada catástrofe.
Si pensamos en una extinción masiva causada por un acontecimiento catastrófico como un gran meteorito impactando contra la Tierra, podríamos imaginar que todas las especies tendrían las mismas probabilidades de morir; la supervivencia del más apto no se aplica: un impacto de esa magnitud es como darle al botón de reinicio a un ordenador. La hipótesis alternativa, sin embargo, es que algunas especies tenían propiedades que las permitieron sobrevivir.
El nuevo estudio proporciona evidencias de un cambio drástico desde las plantas de crecimiento lento a las especies de crecimiento rápido. Esto nos dice que la extinción no fue aleatoria, y que la forma en que una planta obtiene sus recursos predice cómo responderá ante una perturbación muy grave. Y esto, potencialmente, nos explica también porqué hoy en día los bosques modernos son a menudo de hoja caduca y no de hoja perenne.

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