viernes, 2 de enero de 2015

¿LA VIDA DE LA TIERRA SE ORIGINÓ EN FISURAS DE LA CORTEZA TERRESTRE?

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Es muy poco lo que se sabe de las condiciones exactas que reinaron en las diversas partes de la Tierra en el pasado remoto, no mucho después de su formación. Alguno de los ambientes resultantes debió ser el que permitió que la complejidad química creciera hasta dar origen a estructuras autoorganizadas que desembocaron en la formación de los primeros sistemas calificables como vivientes. Pero ¿cuál fue ese ambiente?

Las fisuras en la corteza terrestre generadas por la acción de fallas tectónicas aportaron un suministro de agua y gases idóneo para la formación de vida. (Imagen: Universidad de Duisburgo-Essen)

Aunque se ha venido creyendo que el medio acuático poco profundo fue el que ejerció de crisol de la vida, en realidad, no se sabe a ciencia cierta. La vida pudo surgir en torno a las fumarolas hidrotermales de las profundidades oceánicas, como ahora una parte importante de la comunidad científica cree. Otras opciones también son plausibles. Ni siquiera puede descartarse que las primeras formas de vida de la Tierra no se gestasen aquí sino que llegaran a bordo de meteoritos desde otro mundo, por ejemplo Marte. Ante tanta incertidumbre, los posibles procesos que pudieron dar inicio a la vida en la Tierra no pueden ser ni demostrados ni descartados.
El equipo del geólogo Ulrich Schreiber, de la Universidad de Duisburgo-Essen en Alemania, cree que la corteza continental ha sido indebidamente pasada por alto en este debate sobre el origen de la vida, y que en ella podría estar la clave de dicho origen. Esta región ofrece las condiciones ideales para el origen de la vida, según valoran estos científicos.
Su atención se dirige especialmente a las zonas profundas de fallas tectónicas que están en contacto con el manto de la Tierra. Un ejemplo está en la zona volcánica de Eifel en Alemania; allí ejercen de canales por los que un suministro constante de agua, dióxido de carbono y otros gases asciende hacia la superficie. Esta mezcla fluida contiene todos los ingredientes necesarios para la química orgánica prebiótica.
Uno de los aspectos más intrigantes es la presencia de dióxido de carbono supercrítico a profundidades mayores de 800 metros. Este fluido supercrítico combina las propiedades de un líquido con las de un gas, y brinda un disolvente ideal para las reacciones químicas orgánicas. El dióxido de carbono supercrítico actúa como un disolvente orgánico que permite las reacciones químicas que no sucederían en un entorno acuoso, como el de los mares donde se ha venido creyendo que surgió la vida. Además, el dióxido de carbono supercrítico forma interfases con el agua y de este modo ofrece lo que en muchos aspectos es una membrana de doble capa, el elemento más importante de las células.
Los pasos fundamentales de los mecanismos propuestos ya han sido reproducidos con éxito en el laboratorio. Esto incluye la formación de vesículas a modo de estructuras celulares simples o la combinación de aminoácidos haciendo que cadenas de polímeros más largas formen la base para las proteínas y las enzimas. Un detalle fascinante es el hecho de que estos procesos pueden ser demostrados actualmente, ya que han dejado rastros en los minerales formados en las zonas de falla de la Tierra primitiva.
Pequeñas inclusiones fluidas en ciertos cristales de cuarzo recolectados en Australia por Schreiber contienen una gran colección de sustancias orgánicas. Fueron encapsuladas a partir de fluidos presentes en la zona de falla durante la formación de los cristales. Hoy en día, podrían ayudarnos a identificar la química exacta que estaba teniendo lugar.

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