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Se ha corroborado que una babosa marina ha asimilado con éxito genes de las
algas que come, y que estos le permiten fotosintetizar como una planta. En la
misma investigación, se ha clarificado cómo este animal consigue vivir durante
meses seguidos “alimentándose” de luz solar, como un vegetal o una bacteria
fotosintética.
El vívido color verde de la babosa marina fotosintética Elysia chlorotica le otorga una curiosa apariencia vegetal. (Foto: Patrick Krug)
El equipo de Sidney K. Pierce, profesor emérito de la Universidad del Sur de
Florida y de la de Maryland en College Park, ambas instituciones en Estados
Unidos, ha presentado la primera evidencia directa de que los cromosomas de la
babosa marina tienen algunos genes que proceden de las algas que come.
Estos genes ayudan a sostener procesos fotosintéticos dentro de la babosa y
permiten al animal aprovechar la luz solar para nutrirse. Así que ante cualquier
situación que le prive de su fuente convencional de comida, el animal tiene una
forma de evitar morir de hambre hasta que encuentra más algas para comer.
El equipo de investigación utilizó una técnica avanzada de obtención de
imágenes para confirmar que un gen importante del alga Vaucheria litorea se
halla presente en el cromosoma de la babosa Elysia chlorotica. Este gen hace
posible la producción de una enzima que es esencial para el funcionamiento de
las “máquinas” fotosintéticas que son los cloroplastos, presentes habitualmente
en plantas y algas.
Se ha sabido desde los años 70 que la E. chlorotica “roba” cloroplastos de la
V. litorea, acomodándolos en sus propias células digestivas. Una vez dentro de
las células de la babosa, los cloroplastos continúan fotosintetizando hasta
pasados nueve meses, mucho más tiempo de lo que conseguirían en las algas. El
proceso de fotosíntesis produce carbohidratos y lípidos, que alimentan a la
babosa.
Cómo consigue la babosa mantener estos orgánulos fotosintéticos durante tanto
tiempo había sido tema de estudio profundo y a suscitado no pocas controversias.
La nueva investigación confirma que uno de los varios genes de las algas que se
necesitan para reparar daños en los cloroplastos, y mantenerlos funcionando,
está presente en el cromosoma de la babosa. El gen se incorpora en este último y
se transmite a la nueva generación de babosas. Si bien la próxima generación
debe adoptar nuevos cloroplastos de las algas, los genes para mantenerlos ya
están presentes en el genoma de la nueva babosa.
La lógica tradicional nos diría que es imposible que genes de un alga
funcionen dentro de una célula animal. Sin embargo, aquí tenemos un ejemplo de
que sí es posible, tal como subraya Pierce.
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