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Por su fama siniestra como bestias asesinas, nadie se imaginaría que los
cocodrilos puedan a veces estar de tan buen humor como para ponerse a jugar con
objetos o incluso con otros animales, a veces de otras especies. Este
comportamiento, obviamente, es más frecuente en los individuos jóvenes, pero
también se da en los viejos. Así lo ha desvelado una investigación reciente, la
primera que documenta con este nivel de profundidad la conducta de juego en
estas temibles bestias.
Un cocodrilo jugando con flores. (Foto: Vladimir Dinets)
Vladimir Dinets, profesor de psicología en la Universidad de Tennessee en
Knoxville, Estados Unidos, ha estudiado los cocodrilos durante una década.
Mientras hacía eso, a veces los descubría comportándose de maneras que delataban
que estaban jugando y divirtiéndose. Amplió sus observaciones y revisó casos de
avistamientos de este tipo y de la experiencia de las pocas personas que han
tenido cocodrilos como animales domésticos.
La investigación muestra que los animales del orden Crocodilia (los
crocodilios) ostentan conductas propias de los tres tipos principales de
comportamiento de juego que los especialistas distinguen: juego locomotor, juego
con objetos y juego social.
El juego con objetos parece que es el más frecuente. Se han observado
crocodilios jugando con pelotas de madera, con chorros de agua, con sus presas y
con restos flotando en el agua.
Como casos de juego locomotor tenemos a aligátores jóvenes deslizándose
repetidamente por pendientes, cocodrilos buscando ser arrastrados por olas como
si hicieran surf, y caimanes haciendo algo parecido con las corrientes de agua
en charcas, lagos y demás.
Casos observados de juego social incluyen a crías de aligátores subiéndose a
lomos de sus amigos más mayores, e incluso en algunos casos jugando con
individuos de otras especies. Por ejemplo, Dinets observó a un aligátor joven
jugando con una nutria de río. En algunos pocos casos, individuos del orden
Crocodilia han mantenido lazos tan estrechos con determinadas personas que han
sido compañeros de juegos de estas durante años. Por ejemplo, un hombre que
rescató a un cocodrilo al que habían disparado en la cabeza logró ganarse la
amistad de este. Jugaron felizmente cada día hasta la muerte del cocodrilo 20
años después. Entre otras muestras de confianza, impensables en un cocodrilo
salvaje, figuran la de que ambos nadaban juntos, jugaban a perseguirse, y el
animal consentía que el hombre lo volteara en el agua, lo acariciase, abrazara,
y hasta besara en el hocico.
La investigación de Dinets ha tenido como punto de partida los trabajos de su
colega Gordon Burghardt, profesor en el Departamento de Psicología y en el de
Ecología y Biología Evolutiva, cuya labor ha permitido identificar conductas de
juego en especies a las que previamente no se creía capaces de jugar, como
avispas, peces e invertebrados en general. El trabajo de Dinets aporta pruebas
adicionales de que jugar es un rasgo universal de conducta de los animales con
un nivel bastante alto de inteligencia, es decir, aquellos con un comportamiento
complejo y flexible. Esta información podría ayudar a determinar cómo evoluciona
la inteligencia y lo que se necesita para su desarrollo.
“Se sabe que cientos de miles de crocodilios son mantenidos en cautivad en
zoos, granjas comerciales y centros de cría preparados para especies en peligro.
Proporcionarles juguetes y otras oportunidades de jugar los hará más felices y
sanos”, plantea Dinets.
Investigaciones anteriores de Dinets descubrieron que los cocodrilos son
capaces de trepar a algunos árboles, trabajar en equipo, y utilizar palos a modo
de anzuelos para cazar presas.
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