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Un importante requisito previo para la inteligencia es disponer de una buena
memoria de corto plazo, que permita almacenar y procesar la información que se
necesita para los procesos en marcha. Esta “memoria de trabajo” es una especie
de cuaderno de notas mental; sin ella, no podríamos seguir una conversación,
hacer cálculos mentales, ni jugar a juegos simples.
Los cuervos pudieron seleccionar la fotografía que acababan de ver de entre varias imágenes. Los investigadores descubrieron qué células eran activadas para almacenar la información durante un corto tiempo y permitir procesarla. (Foto: LS Tierphysiologie)
Los mamíferos, y sobresaliendo de entre ellos el Ser Humano, destacan por su
inteligencia. Pero las aves son también muy inteligentes, y de entre ellas
destacan los córvidos. Los cuervos tienen fama de listos y cuentan con una
sólida memoria de trabajo. Sin embargo, su telencéfalo, que está muy
desarrollado pero tiene una estructura fundamentalmente diferente de la del
humano, no cuenta con la corteza cerebral por capas que sí es típica de nosotros
los humanos y que es la parte del cerebro que en los mamíferos produce la
memoria de trabajo. ¿Cómo consiguen pues los córvidos almacenar información
importante de un instante a otro?
Para responder a esa pregunta, tres investigadores del Instituto de
Neurobiología de la Universidad de Tubinga en Alemania enseñaron a unos cuervos
a jugar a una versión de un juego infantil de asociación de imágenes. Utilizando
un monitor de ordenador, Lena Veit, Konstantin Hartmann y Andreas Nieder
mostraron durante un corto espacio de tiempo una imagen aleatoria a los cuervos.
Éstos tenían que recordarla durante un segundo antes de elegir la misma imagen
de entre una selección de cuatro, tocándola con sus picos. Para poder elegir la
imagen correcta, tenían que haberla almacenado en una memoria de trabajo, lo que
hicieron al parecer sin ningún problema.
Mediciones simultáneas de los potenciales eléctricos en los cerebros de los
cuervos mostraron que unas células nerviosas en un área particular del
telencéfalo eran las responsables de su capacidad de recordar. Aunque la imagen
había desaparecido de la pantalla, esas células permanecieron activas durante el
corto período empleado en mantenerla memorizada, reteniendo la información sobre
la imagen hasta que el cuervo la recuperaba para poder realizar la elección
correcta. Si un cuervo no podía recordar y seleccionaba una imagen incorrecta,
estas células concretas del telencéfalo estaban apenas activadas. Una activación
prolongada de tales células aseguraba que la información importante pudiera ser
almacenada, y que el animal lograse más tarde acceder a ella.
La conclusión es obvia. Por raro que nos pueda parecer, la corteza cerebral
no es imprescindible para poseer una inteligencia de un nivel comparable a la
humana en algunos aspectos. Claramente, una buena memoria de trabajo, una
característica importante de los seres humanos, puede existir también sin una
corteza cerebral por capas. El telencéfalo de los córvidos, estructurado de
forma sumamente diferente a como lo está el humano, muestra que la evolución ha
encontrado varias soluciones independientes para un mismo reto.
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