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Los animales "eléctricos" han aparecido varias veces por separado en la historia
de la evolución, con diversos grados de complejidad. A lo largo de la evolución,
dos grupos de peces eléctricos, uno en África (la familia Mormyridae) y otro en
Sudamérica (el orden Gymnotiformes), han desarrollado de forma independiente
sistemas sofisticados de comunicación utilizando las células responsables del
fenómeno.
Los animales "eléctricos" son un fascinante producto de la evolución. En la imagen, una raya eléctrica de la especie Torpedo nobiliana. (Foto: Wayne Hoggard, NOAA NMFS SEFSC)
Al emitir y captar señales eléctricas débiles, los peces de este tipo han
logrado una vía para prescindir de los medios habituales de comunicación, como
los basados en sonidos y señales visuales, y emplear en su lugar el "canal"
eléctrico. Éste les permite "hablar" silenciosamente entre ellos en la
oscuridad, de manera que la mayor parte de los depredadores no pueden
detectarlos por sus comunicaciones. Ambos grupos de peces son increíblemente
diversos; a una especie, la famosa anguila eléctrica de Sudamérica, la evolución
la ha dotado incluso de señales eléctricas tan fuertes e intensas que le
permiten electrocutar a sus presas.
Un gen de especial importancia para las células eléctricas es el responsable
del canal iónico de sodio dependiente de voltaje. Durante un episodio ancestral
de duplicación genética, un gen de este tipo, el Scn4a, responsable de un canal
iónico de sodio dependiente de voltaje, en tejido muscular, se duplicó dando
lugar al gen Scn4aa y al gen Scn4ab. Esto hizo que los genes se diversificaran.
Mientras que el Scn4aa se especializó en células eléctricas en los animales de
África y Sudamérica, el otro, el Scn4ab, continuó especializado en los músculos.
Las corrientes reguladas fluyen a través de los canales iónicos y generan
señales eléctricas.
El equipo de Ammon Thompson, Derek Vo, Caitlin Comfort y Harold H. Zakon, de
la Universidad de Texas en la ciudad estadounidense de Austin, ha determinado en
una nueva investigación que el gen que codifica ese canal iónico de sodio,
Scn4aa, podría tener una predisposición evolutiva mayor que la de su gemelo a la
hora de formar parte de nuevas clases de células derivadas de células
musculares.
Otro hallazgo inesperado ha sido el de que este mismo patrón de expresión
genética del Scn4aa también está presente en una especie de pez que utiliza
sonido para comunicarse. Este caso constituye pues otra extraordinaria
adaptación evolutiva a partir de la antigua duplicación genética.
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