noticiasdelaciencia.com
Hormigas, avispas y seres humanos vivimos en sociedades muy complejas. La organización social humana comparte algunas características básicas con las de esos insectos sociales.
Avispas interactuando en un entorno social. (Foto: Floria Mora-Kepfer Uy, Universidad de Miami)
En un nuevo estudio, la bióloga Floria Mora-Kepfer Uy, de la Universidad de Miami en Estados Unidos, ha examinado la aceptación de congéneres sin parentesco en colonias de avispas sociales.
Concretamente, la especie estudiada ha sido la Mischocyttarus Mexicanus. Las colonias de esta avispa están compuestas exclusivamente por hembras y ellas toman decisiones sobre la composición de las colonias en función de las presiones sociales y ecológicas a las que están expuestas.
Mudarse a otra colonia es común durante el período inicial de establecimiento de colonias. Cuando una avispa intenta unirse a otra colonia, los miembros existentes en ella tienen que decidir si aceptan o rechazan a la recién llegada. Las avispas saben distinguir entre congéneres de su avispero (por lo general, emparentadas con ellas) y congéneres ajenas al avispero (por lo general sin ningún parentesco).
Para poder distinguir entre una compañera de colonia y una forastera, las avispas se valen de señales químicas que son específicas de cada colonia.
Si se acepta en una colonia a una forastera, puede que ésta se integre debidamente, actuando como una obrera más en la colonia. O también puede ocurrir que no se integre, actuando de manera egoísta y deshonesta, haciendo cosas como intentar asumir la función reproductiva dominante, que le corresponde a la reina legítima de la colonia, o tomando comida recolectada por sus nuevas compañeras sin ayudarlas en nada, o incluso canibalizando a las crías de la colonia. Aceptar a una forastera es por tanto una decisión que entraña ciertos riesgos. Las hembras intentan, por consiguiente, determinar en cada caso si los beneficios potenciales de tener ayuda adicional son más importantes en la actual situación de la colonia que los posibles daños que perpetre la forastera si resulta ser deshonesta.
Para poder distinguir entre una compañera de colonia y una forastera, las avispas se valen de señales químicas que son específicas de cada colonia.
Si se acepta en una colonia a una forastera, puede que ésta se integre debidamente, actuando como una obrera más en la colonia. O también puede ocurrir que no se integre, actuando de manera egoísta y deshonesta, haciendo cosas como intentar asumir la función reproductiva dominante, que le corresponde a la reina legítima de la colonia, o tomando comida recolectada por sus nuevas compañeras sin ayudarlas en nada, o incluso canibalizando a las crías de la colonia. Aceptar a una forastera es por tanto una decisión que entraña ciertos riesgos. Las hembras intentan, por consiguiente, determinar en cada caso si los beneficios potenciales de tener ayuda adicional son más importantes en la actual situación de la colonia que los posibles daños que perpetre la forastera si resulta ser deshonesta.
A juzgar por los resultados del estudio, una avispa forastera tiene más probabilidades de ser aceptada por la comunidad si es joven que si es madura. Y una colonia lo bastante nueva, integrada en su mayor parte por avispas jóvenes, es más proclive a aceptar a una avispa forastera, en comparación con una colonia integrada en su mayor parte por avispas maduras. Probablemente, en la fase inicial de una colonia, recibir ayuda extra es lo más importante, mientras que cuando la colonia ya está consolidada, resulta más importante mantener las cosas tal como están y evitar riesgos innecesarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario