lunes, 31 de agosto de 2015

LO QUE LA BIOLOGÍA DE LA TIERRA PUEDE DECIRNOS SOBRE LOS POSIBLES SERES VIVOS DE OTROS MUNDOS

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Las formas que ha adoptado la vida en la Tierra a lo largo de su historia son tan variadas, y a veces tan exóticas, que en algunos casos podríamos creer que estamos ante una criatura extraterrestre. La vida se resiste a extinguirse y es capaz de adaptarse de manera asombrosa al medio, incluso cuando este resulta mortífero para otros seres del mismo mundo. Así ocurre en la Tierra, donde existen criaturas que se pasan años sin consumir agua, algunas que sobreviven a temperaturas tan bajas como las reinantes en las lunas de Saturno, otras que pueden sobrevivir en el vacío del espacio, microbios que soportan un nivel de radiactividad tan grande que pueden vivir en los circuitos de refrigeración de reactores nucleares, e incluso algunos que podrían prosperar en ambientes específicos de Marte estableciendo allí colonias.

En este punto de Marte se posó el vehículo de aterrizaje de la sonda espacial Viking 2. Dicho vehículo operó en la superficie del Planeta Rojo desde 1976 hasta 1980. (Foto: NASA / Mary A. Dale-Bannister / Washington University in St. Louis)

Algunos de los organismos más inusuales encontrados en la Tierra proporcionan pistas clave a Dirk Schulze-Makuch, de la Universidad del Estado de Washington, en Pullman, Estados Unidos, para avanzar en una fascinante línea de investigación en la que trabaja desde hace tiempo, la de predecir cómo podría ser la vida en otras partes del universo. Este científico se basa en lo que se conoce acerca de los seres que habitan en los lugares de la Tierra con las condiciones más hostiles para la vida, y sobre lo que se sabe de las condiciones ambientales reinantes en Marte y en Titán (una luna de Saturno), para esbozar cómo podría ser la vida en otros mundos.
Más allá de los microbios, que en ese sentido son los organismos estrella de casi toda extrapolación sobre vida alienígena elemental, hay algunos casos que han recibido mucha atención últimamente. Schulze-Makuch siente un gran interés por un tipo de escarabajos conocidos como escarabajos bombarderos. Estos insectos excretan una explosiva mezcla de peróxido de hidrógeno y otros productos químicos para protegerse de sus depredadores.
En otros planetas, bajo condiciones de gravedad similares a las presentes en Marte, un animal alienígena parecido a un escarabajo bombardero podría generar en su cuerpo una reacción química propulsiva similar, aunque en vez de usarla para escupir un chorro contra un depredador le serviría para impulsarse hasta 300 metros por el aire, según cálculos recientes.
La vida de la Tierra, pese a su conjunto de herramientas bioquímicas tan ajustado a nuestros ecosistemas, cuenta con algunas especies capaces de sobrevivir en un planeta como Marte, y la cantidad de especies podría incrementarse de modo notable con la ayuda de algunas nuevas adaptaciones biológicas que la evolución se hubiera encargado de introducir. En primer lugar, los organismos deberían tener una manera de conseguir agua en un entorno que se asemeja a una versión mucho más seca y fría del desierto de Atacama en Chile. Una adaptación posible sería usar una mezcla de agua y peróxido de hidrógeno, en vez de solo agua, como un líquido intracelular.
El peróxido de hidrógeno es un anticongelante natural que ayudaría a los microorganismos a sobrevivir durante los gélidos inviernos marcianos. También es higroscópico, y de modo natural atrae las moléculas de agua de la atmósfera.
Durante el día, unos microorganismos similares a las plantas, situados en una superficie parecida a la de Marte, podrían obtener peróxido de hidrógeno mediante fotosíntesis. Por la noche, cuando la atmósfera estuviera relativamente húmeda, podrían utilizar su peróxido de hidrógeno almacenado para extraer agua de la atmósfera, algo similar a cómo las comunidades microbianas en el desierto de Atacama subsisten de la modesta humedad que puede aportarles el aire debido a la relativa cercanía de la costa.
Y aquí es donde encajaría la hipotética criatura parecida a los escarabajos bombarderos de la Tierra. Este alienígena, con un cuerpo más grande y más complejo que el de dichos escarabajos, podría utilizar a los microorganismos descritos como fuente de alimento y de agua. Para trasladarse de una parcela poblada de microorganismos a otra de igual contenido, y así nutrirse cada vez que lo necesitase y ya no le quedase alimento en la parcela donde estuviera, podría utilizar la forma de propulsión descrita.
En mundos todavía más distintos de la Tierra que Marte, como por ejemplo Titán o astros parecidos a esta luna de Saturno, la bioquímica necesaria para sostener la vida ya no tendría casi ningún punto de contacto con la de la Tierra. La vida en un planeta del tipo de Titán requeriría una bioquímica completamente distinta a la que sustenta la vida en la Tierra.
Debido a su mayor distancia al Sol, Titán es mucho más frío que la Tierra. Su temperatura en la superficie es, en promedio, de 180 grados centígrados bajo cero. Además, no existe agua líquida en la superficie ni dióxido de carbono en la atmósfera. Ambas sustancias químicas son esenciales para la vida como la conocemos.
Si existe vida en Titán, o en un planeta parecido de algún lugar del universo, debe utilizar como líquido intracelular algo que no sea agua. Una posibilidad es un hidrocarburo líquido como el metano o el etano. Estas hipotéticas formas de vida no estarían basadas en el agua y podrían morar en lagos de metano y etano líquidos, que en el caso de Titán ocupan una porción considerable de la superficie. Para tales criaturas, este singular medio líquido cumpliría en esencia la misma función básica que el agua líquida desempeña para los microorganismos acuáticos de la Tierra, tal como argumenta Schulze-Makuch.
Esos seres extraterrestres hipotéticos emplearían el hidrógeno de un modo comparable a como los humanos y muchas otras formas de vida de la Tierra usamos el oxígeno. En su caso, sin embargo, se generaría una reacción química entre el hidrógeno y el acetileno, la cual produciría metano en vez de dióxido de carbono y aportaría energía a las formas de vida.
Debido al ambiente gélido en el que morarían estos organismos aptos para vivir en Titán, poseerían células muy grandes (en comparación con lo que es normal en la Tierra) y un metabolismo muy lento. La extrema lentitud de su metabolismo significaría que el envejecimiento tendría lugar mucho más despacio que en cualquier forma de vida como la conocemos, lo que muy posiblemente se traduciría en una longevidad muy superior a la del más longevo de los seres vivos de nuestro mundo. Esto también acarrearía una velocidad evolutiva mucho más lenta que la existente en la biosfera de la Tierra.
De todas las posibles formas que puede adoptar la vida basada en agua y carbono, solo conocemos, y no necesariamente a fondo, una ínfima parte de ellas, la que corresponde a las especies que hoy existen en la Tierra y a algunas de las que existieron en el pasado. En cambio, esta diminuta parte de la biodiversidad potencial ya es capaz de sorprendernos con todo tipo de seres exóticos. ¿Qué podemos pues esperar sobre formas de vida tan distintas a las de la Tierra que ni siquiera comparten nuestra química básica? Schulze-Makuch tiene claro que estas podrían resultar mucho más sorprendentes que la más exótica de las criaturas de nuestro mundo.

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