miércoles, 17 de abril de 2013

EL ÚNICO SER VIVO CONOCIDO QUE NO NECESITA HIERRO

noticiasdelaciencia.com
 
La bacteria que causa la Enfermedad de Lyme, a diferencia de cualquier otro organismo conocido, puede existir sin hierro, un metal requerido por todas las demás formas de vida conocidas para fabricar proteínas y enzimas. Se ha confirmado en un análisis que, en vez de hierro, la bacteria usa manganeso, a modo de sustituto, para producir una enzima esencial, eludiendo así el mecanismo defensivo del sistema inmunitario del cuerpo invadido que priva de hierro a los microorganismos atacantes.




Cuando el cuerpo humano afronta una invasión de patógenos, pone en marcha diversos mecanismos defensivos naturales, y uno de ellos es la producción por el hígado de una hormona que inhibe la absorción de hierro en el intestino e impide asimismo su ingreso en el torrente sanguíneo. A consecuencia de ello, nos volvemos anémicos en tales circunstancias, una de las razones por las que nos sentimos tan mal, pero a corto plazo la estrategia hace mucho más daño a los microorganismos atacantes, que se ven privados del hierro que necesitan para crecer y sobrevivir.
Para poner un marcha la enfermedad, la Borrelia burgdorferi requiere grandes cantidades de manganeso, tal como lo han verificado unos científicos de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, Maryland, el Instituto Oceanográfico de Woods Hole (WHOI), en Massachusetts, y la Universidad de Texas en Austin, todas estas instituciones en Estados Unidos.
Los resultados de este estudio pueden explicar algunos misterios sobre por qué la enfermedad de Lyme tiene un crecimiento lento y difícil de detectar y tratar. Los resultados también abren una línea de investigación que podría desembocar en el desarrollo de nuevas terapias contra la bacteria, basadas en explotar la dependencia del microbio hacia el manganeso.
En la investigación también han trabajado J. Daphne Aguirre, Hillary Clark, Denise Grab, Christine Vazquez y Shaina Palmere, de la Universidad Johns Hopkins, Mak Saito y Matthew McIlvin, del Instituto Oceanográfico de Woods Hole, y Janakiram Seshu y P. John Hart, de la Universidad de Texas.

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