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Unos paleontólogos han descubierto y analizado los restos fosilizados del
cerebro de uno de los depredadores más antiguos conocidos en el mundo, de una
época en que la vida abundaba en los océanos, pero aún no había colonizado la
tierra.
Recreación artística del Lyararapax, una de las primeras especies de depredadores surgidas en el mundo, cazando una de sus posibles presas, peces primitivos. (Ilustración: Nicholas Strausfeld / Universidad de Arizona)
El equipo internacional de Nicholas Strausfeld, de la Universidad de Arizona
en la ciudad estadounidense de Tucson, ha identificado el cerebro excelentemente
conservado de un fósil de uno de los primeros depredadores conocidos en la
historia del mundo, que vivió hace unos 520 millones de años. El hallazgo ha
revelado un cerebro que es sorprendentemente simple y menos complejo que los
conocidos por fósiles de algunas de sus posibles presas.
Este descubrimiento ha identificado por vez primera el cerebro fosilizado de
los que se considera eran los principales depredadores de su época, un grupo de
animales conocidos como anomalocarídidos. Los primeros fósiles de estos
artrópodos de aspecto feroz, extintos hace mucho tiempo, fueron encontrados a
finales del siglo XIX, pero no se les identificó correctamente hasta principios
de la década de 1980. Los científicos todavía discuten sobre su ubicación en el
árbol genealógico de la vida.
Los resultados de la investigación realizada por el equipo de Strausfeld
ayudarán a clarificar este debate. Resulta que el cerebro de esos depredadores,
además de ser mucho menos complejo que el de algunas de sus posibles presas, es
sorprendentemente similar a los de un grupo moderno de animales bastante
modestos similares a los gusanos.
El cerebro en el fósil, que representa una nueva especie a la que se le ha
dado el nombre de Lyrarapax unguispinus, sugiere que está relacionado con una
rama de animales cuyos descendientes vivos son conocidos como onicóforos o
gusanos aterciopelados. Estos animales están equipados con unos apéndices cortos
y gruesos, sin articulaciones, que terminan en un par de garras diminutas.
Los onicóforos, que también son exclusivamente depredadores, no crecen más
allá de unos pocos centímetros de largo, y están presentes principalmente en el
Hemisferio Sur, donde merodean por zonas de sotobosque y hojarasca en busca de
escarabajos y otros insectos pequeños, sus presas preferidas.
La neuroanatomía del fósil de anomalocarídido se asemeja a la de los
onicóforos modernos en varias maneras, según el dictamen emitido por Strausfeld
y sus colaboradores. Los onicóforos tienen un cerebro sencillo situado en frente
de la boca y un par de ganglios (conjuntos de células nerviosas), ubicados en la
parte frontal del nervio óptico y en la base de sus largas antenas. Una
organización parecida se adivina en el fósil de anomalocarídido.
Las similitudes entre sus cerebros y otros atributos sugieren que los
anomalocarídidos pudieron ser parientes evolutivos muy lejanos de los gusanos
aterciopelados actuales.
El fósil de Lyrarapax fue encontrado en 2013 por Peiyun Cong, del equipo de
investigación, cerca de la ciudad de Kunming, en la provincia china de Yunnan.
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