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Los resultados de estudios anteriores habían sugerido que el crecimiento de las
plantas puede verse influenciado por el sonido y que éstas pueden reaccionar al
viento y al tacto. Ahora, unos investigadores, valiéndose de análisis tanto
acústicos como químicos, han determinado que las plantas reaccionan a los
sonidos que las orugas hacen cuando las comen, y que su respuesta al ataque de
estos herbívoros es aumentar sus defensas.
Oruga alimentándose en una planta de Arabidopsis donde, en una hoja adyacente, un pedazo de cinta reflectante ayuda a registrar las vibraciones. (Foto: Roger Meissen)
El equipo de Heidi Appel y Rex Cocroft, de la Universidad de Misuri en la
ciudad estadounidense de Columbia, colocó orugas sobre una planta Arabidopsis.
Utilizando un láser y un diminuto trozo de material reflectante sobre la hoja de
la planta, los investigadores consiguieron medir el movimiento de ésta en
respuesta a la oruga masticando.
Cocroft y Appel reprodujeron entonces, en un grupo de plantas, grabaciones de
vibraciones de orugas comiendo, mientras que en otro sólo aplicaron silencio.
Cuando las orugas comieron más tarde de ambos grupos, los investigadores
encontraron que las plantas que habían sido expuestas previamente a las
vibraciones de masticación produjeron más aceites de un tipo que repele a muchas
orugas.
Lo más destacable es que las plantas expuestas a diferentes vibraciones,
incluyendo aquellas hechas por un viento suave, o a sonidos de insectos
diferentes que no entrañan para las plantas el peligro de las orugas pero que
poseen algunas características acústicas parecidas a las vibraciones de
masticación de las orugas, no incrementaron sus defensas químicas. Esto indica
que las plantas son capaces de distinguir las vibraciones que hacen las orugas
al masticar de otras fuentes comunes de vibración medioambiental.
Appel y Cocroft prevén que las futuras investigaciones se centren en cómo las
plantas sienten las vibraciones, qué características de la compleja señal de
vibración son importantes, y cómo las vibraciones mecánicas interactúan con
otras formas de información vegetal para generar reacciones defensivas ante
plagas.
Los resultados de este estudio se han publicado en la revista académica
Oecologia, editada por Springer.
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