martes, 5 de noviembre de 2013

LA FASCINANTE Y VARIADA HISTORIA EVOLUTIVA DE LOS COCODRILOS, REFLEJADA EN SUS MANDÍBULAS

noticiasdelaciencia.com
 
Una nueva investigación, basada en el análisis de mandíbulas inferiores de los predecesores de los cocodrilos actuales, ha revelado un segmento de la historia evolutiva de estas bestias tan temibles como carismáticas que hasta ahora se desconocía.

Una muestra de la diversidad morfológica descrita en el nuevo estudio, con las mandíbulas de los animales resaltadas en su posición anatómica. De arriba a abajo, estas bestias son: Goniopholis, que vivió del Jurásico al Cretácico. Simosuchus, que vivió en el Cretácico. Dakosaurus, del Jurásico al Cretácico. Cricosaurus, del Jurásico al Cretácico. Mariliasuchus, del Cretácico. Las siluetas no están a la misma escala. (Imagen: Creada por Tom Stubbs usando siluetas de Phylopic.org)

Mientras que los cocodrilos más modernos viven en hábitats de agua dulce y se alimentan de mamíferos y peces, sus parientes ancestrales fueron extremadamente diversos: Por ejemplo, algunos estaban preparados para correr como perros en tierra firme, y otros estaban adaptados a la vida en mar abierto y exhibían conductas de alimentación parecidas a las de las ballenas asesinas de hoy en día.
El nuevo estudio, llevado a cabo por el equipo de Stephanie Pierce, del RVC (Royal Veterinary College) en el Reino Unido, Tom Stubbs y Emily Rayfield de la Universidad de Bristol en el mismo país, y Phil Anderson de la Universidad Duke en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos, muestra, por primera vez, cómo evolucionaron las mandíbulas de los antiguos cocodrilos para permitir que estos animales sobreviviesen en ambientes muy diferentes, en la misma época que vivieron los dinosaurios, hace entre 235 y 65 millones de años.
Tal como subraya Stubbs, los ancestros de los cocodrilos actuales tienen una historia evolutiva fascinante pero bastante menos conocida que la de los dinosaurios. Los antepasados de los cocodrilos de hoy eran criaturas muy diferentes a las que hoy en día nos resultan familiares. Aquellas bestias del pasado lejano eran mucho más diversas que sus descendientes actuales y, tal como muestra esta investigación, su capacidad de adaptación era notable. Su evolución, diversidad de conductas y variaciones anatómicas durante la Era Mesozoica fueron excepcionales, incluyendo estilos de vida y de alimentación que ninguno de los cocodrilos actuales posee.
El equipo de investigación examinó la variación en la morfología (forma) y la biomecánica (función) de las mandíbulas inferiores en más de 100 cocodrilos antiguos, utilizando una combinación única de métodos numéricos.
La investigación ha demostrado que, tras la extinción masiva del final del Triásico, hace 200 millones de años, los ancestros de los cocodrilos invadieron los mares del Jurásico y desarrollaron mandíbulas forjadas evolutivamente para optimizar su eficiencia hidrodinámica y aumentar su eficacia al capturar presas ágiles, tales como los peces.
El estudio también ha revelado que otro punto álgido de variación se registró en el Cretácico, cuando los ancestros de los cocodrilos actuales desarrollaron una gran variedad de formas de la mandíbula inferior, al adaptarse a una amplia gama de ambientes, ecosistemas y presas.
Sorprendentemente, las mandíbulas inferiores de los cocodrilos del Cretácico no tenían grandes variaciones biomecánicas y, en cambio, el registro fósil muestra nuevas adaptaciones en otras áreas de su anatomía, tales como una armadura corporal similar a la del armadillo.
Los resultados de la investigación muestran que la capacidad para explotar una amplia gama de hábitats y recursos alimentarios, gracias a la diversificación evolutiva que produjo muchas formas distintas de mandíbulas inferiores, fue crucial para que los ancestros de los cocodrilos modernos se diversificaran tras la catástrofe que diezmó a todos los grupos de animales del planeta. Ese cataclismo causante de la citada extinción masiva estuvo provocado por colosales erupciones volcánicas derivadas del proceso de apertura del Océano Atlántico entre Europa y América del Norte. Los gases volcánicos causaron olas de calor y la pérdida de oxígeno en los océanos.

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