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Es difícil definir la inteligencia, pero en lo que se refiere a la forma humana de entenderla, parece que algunos animales, si son criados en un entorno humano, tienden a obtener mejores resultados a la hora de resolver ciertos problemas.
Una hiena intentando abrir la jaula con comida. (Foto: Cortesía de la Universidad Estatal de Michigan)
Históricamente, para comprobar el grado de habilidad de los animales para resolver nuevos problemas, se han utilizado animales en cautiverio. Sólo recientemente se ha hecho un cambio de estrategia en la comunidad científica al ejecutar estas pruebas en animales dentro de su hábitat natural. En un nuevo estudio, se ha descubierto que hay diferencias notables en la habilidad para solucionar ciertos problemas entre las hienas manchadas cautivas y las salvajes.
Aplicar a toda una especie las lecciones aprendidas de la conducta de animales cautivos es potencialmente problemático porque esos individuos en cautiverio pueden no retratar con precisión cómo responden los animales salvajes a los nuevos desafíos, tal como razona Sarah Benson-Amram, del equipo de investigación y zoóloga de la Universidad Estatal de Michigan (quien ahora está en la Universidad de St. Andrews en Escocia).
Hay que tener cuidado al interpretar los resultados obtenidos de los animales cautivos porque puede que haya diferencias considerables entre cómo se comportan los animales en cautiverio y cómo lo hacen en libertad. Un animal que, bien alimentado y cuidado en su espacio de un laboratorio, resuelve con éxito ciertos problemas para los que se necesita destreza mental, quizá no lo habría conseguido si hubiera estado sometido a las duras condiciones de la vida salvaje, o lo que es más, quizá ni siquiera habría intentado resolver el problema o uno similar, dándose por vencido antes de tiempo, y escogiendo dedicar su tiempo y esfuerzos a otros asuntos de los que puede ocuparse en su vida en libertad pero no cuando está cautivo.
El equipo de Benson-Amram presentó a hienas manchadas, tanto salvajes como cautivas, un mismo problema que era nuevo para todas ellas: una jaula de acero que contenía carne, siendo necesario abrirla para poder apoderarse de la comida.
Estos experimentos demostraron que las hienas cautivas estaban mucho mejor preparadas para abrir la jaula y obtener el alimento encerrado en ella, que sus congéneres salvajes. Las hienas cautivas también le tenían menos miedo a la jaula que custodiaba la carne (probablemente por estar acostumbradas a los objetos y construcciones de fabricación humana), y fueron también más creativas que las salvajes, al probar muchas más tácticas distintas para abrir la jaula de la carne.
No parece, sin embargo, que estas diferencias sean el resultado de que las hienas cautivas tengan más tiempo o energía.
En la investigación, también han participado la zoóloga Kay Holekamp de la Universidad Estatal de Michigan, y Mary Weldele de la Universidad de California en Berkeley.
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