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En muchas especies, los individuos que sobrepasan la franja de edad asociada a su capacidad de reproducirse no viven mucho tiempo más. Por ejemplo, las hembras de chimpancé raramente viven mucho tiempo más después de terminarse sus años fértiles, por regla general en los treinta y tantos o los cuarenta y tantos años de edad. En cambio, en la especie humana, las mujeres a menudo viven durante décadas después de acabarse sus años fértiles. ¿Por qué la evolución ha conducido a esto en la especie humana?
La antropóloga Kristen Hawkes. (Foto: Lee J. Siegel, Universidad de Utah)
La explicación más popular ha sido denominada la "Hipótesis de la Abuela", y propone, a grandes rasgos, que las mujeres refuerzan la supervivencia de sus nietos viviendo el tiempo suficiente para ayudar a cuidar de ellos e incrementar así el éxito en la propagación de sus genes. Dicho de otro modo, la mujer que vive lo suficiente tras su etapa reproductiva, aumenta las probabilidades de supervivencia de sus nietos y nietas, facilitando también que sus hijas engendren más descendientes. Ello incrementa la propagación de los rasgos genéticos de la abuela (hay más individuos que portan material genético de ella y que pueden transmitirlo a sus respectivos descendientes). Dado que entre dichos rasgos está el de esa longevidad extra, generación tras generación el efecto se acumula y al cabo de un tiempo la mayoría de los individuos de la especie tienen la capacidad de vivir muchos años más.
La antropóloga Kristen Hawkes, de la Universidad de Utah, así como James O'Connell de la misma universidad y Nicholas Blurton Jones de la Universidad de California en Los Ángeles, ambos también antropólogos, propusieron formalmente la Hipótesis de la Abuela en 1997, y desde entonces ha sido debatida. Un punto débil muy criticado de esta hipótesis ha sido que carecía de un respaldo matemático.
Ahora, un nuevo estudio aporta ese respaldo.
Hawkes ha llevado a cabo este estudio con el biólogo matemático Peter Kim, ahora en la Universidad de Sídney en Australia, y el antropólogo James Coxworth de la Universidad de Utah.
Al preparar su modelo, los investigadores optaron por tomar un enfoque conservador y un tanto escéptico con respecto al efecto propuesto en la Hipótesis de la Abuela. Asumieron que ninguna mujer pudo ejercer de abuela antes de los 45 años de edad, ni después de los 75, que sólo pudo cuidar a un único niño o niña, y durante un tiempo relativamente limitado.
Sobre la base de los resultados de estudios anteriores, se asumió, para el modelo usado en la simulación, que cualquier recién nacido contaba con un 5 por ciento de probabilidades de tener una mutación genética que pudiera acortar o bien prolongar su vida.
La simulación confeccionada por los investigadores comienza con sólo un 1 por ciento de mujeres viviendo lo suficiente como para poder llegar a abuelas, y siendo capaces de cuidar a sus nietos. Al cabo del periodo simulado de entre 24.000 y 60.000 años, la población presenta características de longevidad parecidas a las típicas en las sociedades de cazadores-recolectores relativamente avanzadas, con alrededor del 43 por ciento de las mujeres adultas siendo abuelas.
Entre los resultados de la simulación, destaca el de que, desde la franja de referencia de la adultez, los años adicionales de vida pasaron de 25 a 49 (casi el doble) en el periodo simulado de entre 24.000 y 60.000 años.
Los resultados de este estudio indican que incluso con sólo una muy pequeña labor cuidadora de las abuelas a sus nietos, los animales de la simulación, que comenzaban con la longevidad típica de los chimpancés, en menos de 60.000 años evolucionaban hasta alcanzar la misma longevidad que los humanos.
La antropóloga Kristen Hawkes, de la Universidad de Utah, así como James O'Connell de la misma universidad y Nicholas Blurton Jones de la Universidad de California en Los Ángeles, ambos también antropólogos, propusieron formalmente la Hipótesis de la Abuela en 1997, y desde entonces ha sido debatida. Un punto débil muy criticado de esta hipótesis ha sido que carecía de un respaldo matemático.
Ahora, un nuevo estudio aporta ese respaldo.
Hawkes ha llevado a cabo este estudio con el biólogo matemático Peter Kim, ahora en la Universidad de Sídney en Australia, y el antropólogo James Coxworth de la Universidad de Utah.
Al preparar su modelo, los investigadores optaron por tomar un enfoque conservador y un tanto escéptico con respecto al efecto propuesto en la Hipótesis de la Abuela. Asumieron que ninguna mujer pudo ejercer de abuela antes de los 45 años de edad, ni después de los 75, que sólo pudo cuidar a un único niño o niña, y durante un tiempo relativamente limitado.
Sobre la base de los resultados de estudios anteriores, se asumió, para el modelo usado en la simulación, que cualquier recién nacido contaba con un 5 por ciento de probabilidades de tener una mutación genética que pudiera acortar o bien prolongar su vida.
La simulación confeccionada por los investigadores comienza con sólo un 1 por ciento de mujeres viviendo lo suficiente como para poder llegar a abuelas, y siendo capaces de cuidar a sus nietos. Al cabo del periodo simulado de entre 24.000 y 60.000 años, la población presenta características de longevidad parecidas a las típicas en las sociedades de cazadores-recolectores relativamente avanzadas, con alrededor del 43 por ciento de las mujeres adultas siendo abuelas.
Entre los resultados de la simulación, destaca el de que, desde la franja de referencia de la adultez, los años adicionales de vida pasaron de 25 a 49 (casi el doble) en el periodo simulado de entre 24.000 y 60.000 años.
Los resultados de este estudio indican que incluso con sólo una muy pequeña labor cuidadora de las abuelas a sus nietos, los animales de la simulación, que comenzaban con la longevidad típica de los chimpancés, en menos de 60.000 años evolucionaban hasta alcanzar la misma longevidad que los humanos.
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