martes, 28 de enero de 2014

¿VIVIR EN UNA ISLA VUELVE MÁS MANSOS A LOS ANIMALES?

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En las Islas Galápagos, bastantes animales se comportan de un modo insólito: A diferencia de lo que ocurre en otros hábitats, no muestran apenas miedo ni agresividad hacia los humanos que prueban a amenazarles. Se diría que la idea de un depredador capaz de atacarles para comérselos se ha borrado casi por completo de la memoria colectiva grabada en sus instintos y genes. Charles Darwin ya se percató en su día de este curioso fenómeno, y desde entonces son muchas las observaciones que se han hecho del mismo.


Un lagarto adulto del género Phrynosoma. (Foto: Theodore Garland, Universidad de California en Riverside)



Darwin asumió que el comportamiento de esos animales denotaba el efecto de la evolución: Los organismos también evolucionan perdiendo estructuras, funciones y conductas que ya no necesitan porque su entorno ya no se las exige. Darwin llegó a la conclusión de que ese comportamiento sin miedo ni agresividad se había impuesto evolutivamente tras muchas generaciones viviendo en un hábitat isleño sin apenas depredadores.
Sin embargo, más de 150 años después, aún persistían algunas dudas científicas sobre la veracidad de esa conducta y su relación con el carácter isleño del hábitat, como sucede con las cosas que parecen tan obvias que nadie se ocupa de documentarlas científicamente.
Ahora, un estudio realizado por el equipo de Theodore Garland, de la Universidad de California en Riverside, y sus colegas de otras universidades también en Estados Unidos, aclara la cuestión de manera aparentemente definitiva.
Dicho estudio demuestra que ciertamente los lagartos isleños son ingenuos, confiados y en definitiva dóciles, en comparación con sus parientes continentales. Los investigadores fueron capaces de acercarse a los lagartos isleños más cerca de lo que podrían acercarse a los de territorios continentales. Los resultados de sus experimentos demuestran que la distancia más pequeña a un depredador potencial (en este caso un humano) que un lagarto isleño tolera antes de apartarse por precaución, disminuye a medida que aumenta la distancia entre la isla donde vive y el territorio continental más cercano.

Estos resultados confirman las observaciones científicas iniciales de Darwin y los testimonios populares de lugareños y turistas acerca de la ingenuidad, rayana en lo bobalicón, de bastantes de los animales que viven en dichas islas.

Por ejemplo, en ciertas islas las iguanas marinas durante muchos miles de años han vivido sin depredadores naturales. Por eso, en el transcurso de la evolución han bajado demasiado la guardia y se han vuelto muy ingenuas y confiadas.
La ausencia de depredadores puede conducir a adaptaciones en el comportamiento y hasta en la anatomía de los animales insulares. Los pájaros, por ejemplo, pueden dejar de necesitar volar, lo que puede conducir a que con el paso del tiempo evolutivo pierdan dicha capacidad. Esta pérdida puede permitir que adquieran a cambio otras cualidades más útiles para el entorno donde viven, pero puede ponerles en serios aprietos si algún día llegan nuevos depredadores a su hábitat, al haberse reducido tan drásticamente su capacidad de escapar por no poder ya volar.
Más allá de la pérdida de capacidades anatómicas, los animales insulares también pueden perder rasgos de conducta que de otro modo les permitirían tomar decisiones sensatas para escapar de depredadores potenciales.
Por ejemplo, en unos experimentos realizados años atrás con iguanas de las Islas Galápagos, se acosó repetidas veces a individuos específicos, para ver si escapaban antes al ver acercarse a un humano. Los cambios en las distancias de escape tras cada hostigamiento resultaron ser muy leves y claramente insuficientes. Los investigadores fueron capaces de capturar a los mismos individuos hasta seis veces en cuatro semanas, lo que demuestra, dicho en pocas palabras, que no escarmentaban.
El problema es que lo que antes era un paraíso para estos animales tan ingenuos, cada vez lo es menos desde hace siglo y medio, ya que la introducción de gatos y perros, sin el debido control, ha reducido dramáticamente la población de las iguanas marinas en algunas de las islas del archipiélago. Incapaces de reaccionar debidamente ante estos dos nuevos depredadores, el Gato y el Perro, las iguanas son cazadas sin apenas esfuerzo por parte de ambos animales.

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