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Del modo en que están estructurados los ecosistemas de la Tierra, borrar de ellos a los grandes carnívoros, o sea a las bestias odiadas y/o temidas por mucha gente y objeto codiciado de caza, como por ejemplo el león o el lobo, traería una paz engañosa. De hecho, es un experimento que los humanos, sin habérnoslo propuesto, ya estamos realizando, al haber diezmado de forma tan extrema a grandes depredadores como el león, el tigre, el lobo y otros.
Los leones africanos ya solo están en el 17 por ciento de su área histórica de distribución geográfica, y la cantidad de individuos ha caído en picado. (Foto: Julie Larsen Maher)
Sin grandes carnívoros que mantengan a raya a otros animales más pequeños devorándolos, estos últimos tienden a proliferar de manera espectacular y acaban ocasionando graves pérdidas económicas y severas alteraciones ecológicas. No es un problema nuevo; desde NCYT de Amazings ya hablamos de él en un artículo (http://www.amazings.com/ciencia/noticias/091109c.html) publicado el 9 de noviembre de 2009. Ahora, un nuevo estudio, llevado a cabo por el equipo de Joel Berger, de la Wildlife Conservation Society (WCS) (Sociedad para la Conservación de la Fauna y la Flora) y la Universidad de Montana en Estados Unidos, explora la cuestión mirando hacia el futuro, y la conclusión a la que llegan estos científicos es clara: Teniendo en cuenta la función ecológica que los grandes carnívoros han venido ejerciendo al regular ecosistemas de todo el planeta, un mundo sin estos depredadores es, paradójicamente, más peligroso en términos generales que un mundo con ellos, y ese peligro no solo afecta a los vegetales, obvios beneficiados de que los grandes carnívoros impidan la proliferación masiva de herbívoros.
Desde la influencia de las nutrias de mar que mantienen a raya a los erizos de mar y permiten así el crecimiento de algas que sirven para sustentar la productividad en áreas costeras de la que nos beneficiamos los humanos, hasta la influencia de los pumas que impiden la proliferación excesiva de animales herbívoros, permitiendo así que proliferen tipos de vegetación útiles para la especie humana, las respectivas influencias ejercidas por los depredadores carnívoros más representativos en los ecosistemas del planeta han sido analizadas por los autores del nuevo estudio. Para su análisis, estos científicos han recurrido a una revisión exhaustiva de datos, provenientes de más de un centenar de estudios publicados.
Uno de los efectos de la presencia de esos grandes y carismáticos carnívoros en un lugar es un auge del ecoturismo. El Parque Nacional de Yellowstone restauró su población de lobos y eso le trajo, por ejemplo, ingresos anuales de decenas de millones de dólares en visitas de turistas que acuden para ver a los lobos en su medio natural. Por otra parte, en sitios como el Parque de Yellowstone, la ausencia de lobos hace que la selección natural sobre especies cazadas por ellos pierde fuelle, y el resultado es la superpoblación y el empobrecimiento de las cualidades físicas de esas especies. La reintroducción del lobo en el ecosistema pone las cosas en su sitio y resuelve ese problema.
A pesar de su importancia, muchos de los grandes carnívoros han sido sistemáticamente erradicados de la mayoría de los lugares donde ejercían de depredadores, hasta el punto de que estas bestias están clasificadas como especies en riesgo de extinción en la lista roja de la IUCN (International Union for the Conservation of Nature, o Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), y la población de muchas de ellas sigue decreciendo preocupantemente. Estos grandes depredadores tuvieron la desgracia de toparse con el que hoy en día es el Depredador Supremo del planeta: el Ser Humano.
El declive de las poblaciones de grandes carnívoros suele verse acelerado por múltiples amenazas de origen humano, las cuales a menudo actúan al mismo tiempo, y entre las que destacan la degradación del hábitat o su pérdida, una creciente escasez de presas, y la persecución directa, en el marco del comercio de pieles, la pseudomedicina tradicional, o la caza recreativa.
Tal como destaca William J. Ripple, profesor de la Universidad Estatal de Oregón y miembro del equipo de investigación, en todo el mundo la diversidad de los carnívoros está menguando a gran velocidad, y muchas de esas especies se encuentran en riesgo de extinción local o incluso total.
Acerca de las consecuencias futuras de este ocaso de los grandes depredadores, los científicos pronostican que su pérdida traerá la degradación de los ecosistemas, lo que incluye una diminución severa de la diversidad de plantas y de su productividad general, así como una reducción de la biomasa vegetal, y un "efecto cascada" que ocasionará problemas a otras especies. Una mayor presencia de animales herbívoros en los ecosistemas propiciará una reducción de la vegetación, lo que a su vez contribuirá a la desertificación ya promovida en algunas regiones por el cambio climático global.
En la investigación han trabajado científicos de universidades y otras instituciones de Estados Unidos, Australia, Italia y Suecia.
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