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Todo apunta a que el futuro nos depara una situación insólita: Parajes polares antaño yermos, transformados en paisajes verdes. Así se ha determinado en una nueva investigación. El aumento de temperaturas asociado al calentamiento global tendrá ese efecto en muchos territorios árticos.
El equipo de Richard Pearson, del Centro de Biodiversidad y Conservación adscrito al Museo Americano de Historia Natural, en la ciudad de Nueva York, y Theodoros (Theo) Damoulas de la Universidad de Cornell en Ithaca, estado de Nueva York, ha llegado a esas conclusiones mediante su trabajo con nuevos modelos digitales.
La flora se ha incrementado en los ecosistemas del Ártico durante las últimas décadas, una tendencia que coincide con el aumento en las temperaturas casi al doble de la velocidad con que aumentan en el resto del mundo.
Basándose en escenarios climáticos pronosticados para la década del 2050, los autores del nuevo estudio exploraron cómo podría ser la tendencia futura de este proceso. Los científicos desarrollaron modelos que predicen estadísticamente los tipos de plantas que podrían crecer sometidas a ciertas temperaturas y niveles de precipitación. Aunque está implícito cierto grado de incertidumbre, este tipo de modelo es una manera robusta de estudiar el Ártico porque su áspero clima limita la gama de plantas que pueden crecer en estas condiciones, haciendo que este escenario sea más fácil de simular que los de otras regiones que son mucho más ricas en biodiversidad, como por ejemplo los trópicos.
Según las predicciones, las áreas boscosas en el Ártico podrían aumentar hasta en un 50 por ciento durante las próximas décadas, y cerca de la mitad de la vegetación pasará a ser de un tipo distinto.
¿A qué se parecerá entonces el Ártico? En Siberia, por ejemplo, los árboles que ahora no crecen más al norte de una frontera que parecía infranqueable, podrían crecer a centenares de kilómetros más al norte de dicha línea actual, que ahora los separa de otro tipo de ecosistemas naturales.Además, los investigadores estudiaron la realimentación que estos cambios podrían ocasionar sobre los propios escenarios de cambio climático. Encontraron que un fenómeno conocido como el efecto albedo, basado en la reflectividad de la superficie terrestre de acuerdo con su cubierta mineral o vegetal, tendría el mayor impacto en el clima Ártico. Cuando el sol incide sobre la blanca nieve, la mayor parte de la radiación se refleja de regreso al espacio. Pero cuando incide sobre un área más oscura, como en este caso lo es un área cubierta de árboles o arbustos, se absorbe una mayor cantidad de energía solar en el área y por ende aumenta aún más la temperatura. Esto implica una realimentación positiva para el calentamiento, lo que en palabras sencillas significa que cuanta más vegetación haya, más subirá la temperatura.
En la investigación también han trabajado Sarah Knight del Museo Americano de Historia Natural, Scott Goetz, Pieter Beck y Michael Loranty, del Centro de Investigación de Woods Hole, en Falmouth, Massachusetts, y Steven Phillips de AT&T Labs-Research, entidades todas ellas ubicadas en Estados Unidos.
La flora se ha incrementado en los ecosistemas del Ártico durante las últimas décadas, una tendencia que coincide con el aumento en las temperaturas casi al doble de la velocidad con que aumentan en el resto del mundo.
Basándose en escenarios climáticos pronosticados para la década del 2050, los autores del nuevo estudio exploraron cómo podría ser la tendencia futura de este proceso. Los científicos desarrollaron modelos que predicen estadísticamente los tipos de plantas que podrían crecer sometidas a ciertas temperaturas y niveles de precipitación. Aunque está implícito cierto grado de incertidumbre, este tipo de modelo es una manera robusta de estudiar el Ártico porque su áspero clima limita la gama de plantas que pueden crecer en estas condiciones, haciendo que este escenario sea más fácil de simular que los de otras regiones que son mucho más ricas en biodiversidad, como por ejemplo los trópicos.
Según las predicciones, las áreas boscosas en el Ártico podrían aumentar hasta en un 50 por ciento durante las próximas décadas, y cerca de la mitad de la vegetación pasará a ser de un tipo distinto.
¿A qué se parecerá entonces el Ártico? En Siberia, por ejemplo, los árboles que ahora no crecen más al norte de una frontera que parecía infranqueable, podrían crecer a centenares de kilómetros más al norte de dicha línea actual, que ahora los separa de otro tipo de ecosistemas naturales.Además, los investigadores estudiaron la realimentación que estos cambios podrían ocasionar sobre los propios escenarios de cambio climático. Encontraron que un fenómeno conocido como el efecto albedo, basado en la reflectividad de la superficie terrestre de acuerdo con su cubierta mineral o vegetal, tendría el mayor impacto en el clima Ártico. Cuando el sol incide sobre la blanca nieve, la mayor parte de la radiación se refleja de regreso al espacio. Pero cuando incide sobre un área más oscura, como en este caso lo es un área cubierta de árboles o arbustos, se absorbe una mayor cantidad de energía solar en el área y por ende aumenta aún más la temperatura. Esto implica una realimentación positiva para el calentamiento, lo que en palabras sencillas significa que cuanta más vegetación haya, más subirá la temperatura.
En la investigación también han trabajado Sarah Knight del Museo Americano de Historia Natural, Scott Goetz, Pieter Beck y Michael Loranty, del Centro de Investigación de Woods Hole, en Falmouth, Massachusetts, y Steven Phillips de AT&T Labs-Research, entidades todas ellas ubicadas en Estados Unidos.
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