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Además de bacterias, en el intestino humano también habitan virus. Y un nuevo estudio revela ahora cómo esos virus cambian con el paso del tiempo. Biológicamente, los humanos somos bastante más que la mera suma del total de las células que forman nuestros órganos y tejidos. El tracto digestivo también alberga una vasta colonia de bacterias de muchos tipos, así como una miríada de virus que en muchos casos ejercen de depredadores de bacterias. Debido a que los tipos de bacterias que se llevan dentro del cuerpo varían de persona a persona, también varía la población viral que vive a expensas de la bacteriana. Esta población vírica se conoce como el viroma.
Árbol filogenético de micrófagos detectados en el nuevo estudio y en otros. (Imagen: Frederic Bushman, Perelman School of Medicine, University of Pennsylvania; PNAS)
Gracias a un seguimiento detallado del viroma de una persona durante más de dos años y medio, y a un análisis meticuloso de dicho viroma, unos investigadores de la Escuela Perelman de Medicina, adscrita a la Universidad de Pensilvania, en la ciudad estadounidense de Filadelfia, han descubierto nuevos y reveladores datos acerca de cómo cambia y evoluciona una población viral, y por qué el viroma de una persona puede variar tanto respecto del de otra.
La evolución del viroma y su variabilidad pueden afectar a la susceptibilidad y a la resistencia a enfermedades de la persona, así como al grado de eficacia que los fármacos tengan para ciertos problemas de salud.
La mayor parte del viroma consiste en bacteriófagos, virus que infectan a bacterias en vez de atacar directamente a sus hospedadores humanos. Puede parecer bueno tener dentro del cuerpo virus que ataquen a las bacterias, teniendo en cuenta que muchas enfermedades infecciosas están provocadas por bacterias, pero no debemos olvidar que en nuestro interior habitan también bacterias beneficiosas, que, en condiciones normales, contribuyen a mantenernos sanos. La acción de esos virus bacteriófagos contra las bacterias de nuestro cuerpo puede modificar sustancialmente la composición de la población bacteriana del intestino, con el resultado indirecto de efectos nocivos sobre la salud de la persona.
La evolución del viroma y su variabilidad pueden afectar a la susceptibilidad y a la resistencia a enfermedades de la persona, así como al grado de eficacia que los fármacos tengan para ciertos problemas de salud.
La mayor parte del viroma consiste en bacteriófagos, virus que infectan a bacterias en vez de atacar directamente a sus hospedadores humanos. Puede parecer bueno tener dentro del cuerpo virus que ataquen a las bacterias, teniendo en cuenta que muchas enfermedades infecciosas están provocadas por bacterias, pero no debemos olvidar que en nuestro interior habitan también bacterias beneficiosas, que, en condiciones normales, contribuyen a mantenernos sanos. La acción de esos virus bacteriófagos contra las bacterias de nuestro cuerpo puede modificar sustancialmente la composición de la población bacteriana del intestino, con el resultado indirecto de efectos nocivos sobre la salud de la persona.
Además, esos virus también transportan genes que contienen la información para generar toxinas, y en general factores de virulencia que modifican el fenotipo de las bacterias atacadas. De este modo, tal como expone el microbiólogo Frederic D. Bushman, del equipo de investigación, una bacteria benigna que vive pacíficamente dentro de nuestro cuerpo puede ser transformada en una amenaza peligrosa por la acción de un virus invasor.
En la investigación, Bushman y sus colaboradores han comprobado que, mientras que aproximadamente un 80 por ciento de las clases virales identificadas permanecieron mayormente sin cambios a lo largo de los 884 días del seguimiento de la flora vírica del sujeto de estudio, ciertas especies virales cambiaron tan sustancialmente en ese tiempo que, en palabras de Bushman, la situación parecía propia de la especiación.
En la investigación, Bushman y sus colaboradores han comprobado que, mientras que aproximadamente un 80 por ciento de las clases virales identificadas permanecieron mayormente sin cambios a lo largo de los 884 días del seguimiento de la flora vírica del sujeto de estudio, ciertas especies virales cambiaron tan sustancialmente en ese tiempo que, en palabras de Bushman, la situación parecía propia de la especiación.
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