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La influencia de las poblaciones animales en la regulación de las cantidades de dióxido de carbono (CO2) que son absorbidas, emitidas o transferidas en ciertos ecosistemas es mayor que el asumido habitualmente en los modelos globales del ciclo del carbono, según los resultados de un nuevo estudio.
Una oruga. (Foto: Stan Canter / NPS)
De hecho, en algunas regiones, la magnitud de la captación o de la liberación del carbono por influencia de grupos o especies de animales específicos (como los escarabajos que han devorado bosques en el oeste de América del Norte) puede rivalizar con el impacto de las emisiones generadas por el uso de combustibles fósiles en la misma región, según ha constatado el equipo de Oswald Schmitz, de la Universidad Yale en New Haven, Connecticut, Estados Unidos.
Mientras que los modelos actuales tienen en cuenta el efecto de vegetales y microbios sobre el ciclo del carbono, subestiman a menudo cuánto los animales pueden alterar indirectamente la absorción, la liberación o el transporte de carbono dentro de un ecosistema. Históricamente, el papel de la fauna no ha sido representado adecuadamente, puesto que las especies animales no están distribuidas globalmente y porque su biomasa total es muchísimo menor que la de la flora de la que dependen directa o indirectamente, y por consiguiente contribuyen muy poco al ciclo del carbono por la vía de la respiración
Mientras que los modelos actuales tienen en cuenta el efecto de vegetales y microbios sobre el ciclo del carbono, subestiman a menudo cuánto los animales pueden alterar indirectamente la absorción, la liberación o el transporte de carbono dentro de un ecosistema. Históricamente, el papel de la fauna no ha sido representado adecuadamente, puesto que las especies animales no están distribuidas globalmente y porque su biomasa total es muchísimo menor que la de la flora de la que dependen directa o indirectamente, y por consiguiente contribuyen muy poco al ciclo del carbono por la vía de la respiración
A lo que esta clase de análisis no le ha prestado atención es al fenómeno de los efectos multiplicadores indirectos. Y estos efectos indirectos pueden llegar a ser bastante grandes y desproporcionados con respecto a la biomasa de la especie que está promoviendo los cambios, tal como subraya Schmitz.
El equipo de Schmitz, integrado por una quincena de científicos de 12 instituciones, ha comprobado ese fenómeno a través de diversos casos en los que comunidades de ciertas especies animales han causado profundos impactos en el ciclo del carbono a escala local y regional.
En uno de los casos revisados, una pérdida de árboles como nunca se había visto, provocada en el sector oeste de América del Norte por una plaga de escarabajos herbívoros, ocasionó un desequilibrio en el balance neto del carbono comparable en magnitud al provocado por las emisiones actuales de combustibles fósiles en la Columbia Británica, Canadá.
En otro caso, en África oriental, los científicos encontraron que un declive décadas atrás en las poblaciones de un animal típico en las sabanas de la región del Serengueti, el ñu, permitió que la materia orgánica se acumulara en demasía, lo que causó que aproximadamente el 80 por ciento del ecosistema fuera arrasado anualmente por los incendios forestales, liberando carbono de las plantas y del suelo, antes de que las poblaciones de ñu se recuperaran en los años más recientes.
Según los autores, una valoración más apropiada de tales fenómenos podría ayudar a elaborar mejores estrategias de gestión de bosques, lo que a su vez contribuiría a mitigar la amenaza del cambio climático.
El equipo de Schmitz, integrado por una quincena de científicos de 12 instituciones, ha comprobado ese fenómeno a través de diversos casos en los que comunidades de ciertas especies animales han causado profundos impactos en el ciclo del carbono a escala local y regional.
En uno de los casos revisados, una pérdida de árboles como nunca se había visto, provocada en el sector oeste de América del Norte por una plaga de escarabajos herbívoros, ocasionó un desequilibrio en el balance neto del carbono comparable en magnitud al provocado por las emisiones actuales de combustibles fósiles en la Columbia Británica, Canadá.
En otro caso, en África oriental, los científicos encontraron que un declive décadas atrás en las poblaciones de un animal típico en las sabanas de la región del Serengueti, el ñu, permitió que la materia orgánica se acumulara en demasía, lo que causó que aproximadamente el 80 por ciento del ecosistema fuera arrasado anualmente por los incendios forestales, liberando carbono de las plantas y del suelo, antes de que las poblaciones de ñu se recuperaran en los años más recientes.
Según los autores, una valoración más apropiada de tales fenómenos podría ayudar a elaborar mejores estrategias de gestión de bosques, lo que a su vez contribuiría a mitigar la amenaza del cambio climático.
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