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Un equipo británico-canadiense de científicos ha presentado los primeros resultados sobre su hallazgo de bolsas de agua arcaica, que ha estado aislada a gran profundidad en el subsuelo canadiense durante más de mil millones de años y que contiene, en abundancia, sustancias químicas conocidas por su papel como ingredientes del escenario para la vida.
Las rocas cristalinas que rodean el agua analizada tienen unos 2.700 millones de años de antigüedad, pero hasta este estudio, no se creía que esa agua pudiera tener la misma antigüedad. Los nuevos análisis indican que el agua tiene como mínimo 1.500 millones de años, y que puede ser bastante más antigua. (Foto: J. Moran)
Todo apunta a que esta masa de agua es la más antigua conocida del planeta, y las bolsas de las que se han extraído las muestras puede que incluso alberguen formas de vida. Quizá lo más fascinante de este hallazgo es que, dada la similitud entre las rocas que han ejercido de recipiente de esta agua de la Tierra, y las rocas de Marte, la hipótesis de que pequeños hábitats acuáticos, capaces de sostener vida, puedan existir en el subsuelo marciano, acaba de ganar muchos puntos a su favor.
El descubrimiento puede forzar a la comunidad científica a replantearse qué partes de nuestro planeta son aptas para la vida, y también podría aportar pistas valiosísimas sobre cómo los microbios pueden evolucionar aislados del mundo exterior, sin conocer la luz solar durante más de mil millones de años.
Barbara Sherwood Lollar, Long Li y Georges Lacrampe-Couloume, de la Universidad de Toronto en Canadá, Greg Slater de la Universidad McMaster en Canadá (quien ahora está en la de Alberta en Canadá), Chris Ballentine de la Universidad de Manchester en el Reino Unido, y Greg Holland de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido, analizaron el agua extraída en perforaciones de una mina a 2,4 kilómetros de profundidad bajo Ontario, Canadá.
El equipo de investigación ha constatado que esta agua es rica en gases disueltos, incluyendo hidrógeno, metano e isótopos de gases nobles como helio, neón, argón y xenón. Lo cierto es que esta agua antiquísima lleva tanto hidrógeno disuelto como el agua existente alrededor de las fumarolas hidrotermales del fondo oceánico, muchas de las cuales cuentan con una comunidad de vida microscópica en su entorno.
El hidrógeno y el metano provienen de la interacción entre las rocas y el agua, así como de las reacciones entre el agua y ciertos elementos radiactivos naturales, presentes en la materia pétrea. Estos gases podrían suministrar una energía vital para los microbios, supliendo la luz solar que es un motor de la vida en la superficie terrestre desde hace varios miles de millones de años.
El descubrimiento puede forzar a la comunidad científica a replantearse qué partes de nuestro planeta son aptas para la vida, y también podría aportar pistas valiosísimas sobre cómo los microbios pueden evolucionar aislados del mundo exterior, sin conocer la luz solar durante más de mil millones de años.
Barbara Sherwood Lollar, Long Li y Georges Lacrampe-Couloume, de la Universidad de Toronto en Canadá, Greg Slater de la Universidad McMaster en Canadá (quien ahora está en la de Alberta en Canadá), Chris Ballentine de la Universidad de Manchester en el Reino Unido, y Greg Holland de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido, analizaron el agua extraída en perforaciones de una mina a 2,4 kilómetros de profundidad bajo Ontario, Canadá.
El equipo de investigación ha constatado que esta agua es rica en gases disueltos, incluyendo hidrógeno, metano e isótopos de gases nobles como helio, neón, argón y xenón. Lo cierto es que esta agua antiquísima lleva tanto hidrógeno disuelto como el agua existente alrededor de las fumarolas hidrotermales del fondo oceánico, muchas de las cuales cuentan con una comunidad de vida microscópica en su entorno.
El hidrógeno y el metano provienen de la interacción entre las rocas y el agua, así como de las reacciones entre el agua y ciertos elementos radiactivos naturales, presentes en la materia pétrea. Estos gases podrían suministrar una energía vital para los microbios, supliendo la luz solar que es un motor de la vida en la superficie terrestre desde hace varios miles de millones de años.
Barbara Sherwood Lollar en su laboratorio. (Foto: Brian Summers)
Se estima que las rocas cristalinas que rodean el agua arcaica tienen unos 2.700 millones de años de antigüedad. Sin embargo, nadie, hasta ahora, creía que esa agua pudiera tener la misma antigüedad.
Usando técnicas innovadoras desarrolladas en la Universidad de Manchester, los investigadores han determinado que el agua tiene como mínimo 1.500 millones de años, y que puede ser bastante más antigua.
Usando técnicas innovadoras desarrolladas en la Universidad de Manchester, los investigadores han determinado que el agua tiene como mínimo 1.500 millones de años, y que puede ser bastante más antigua.
Antes de este hallazgo, la única agua de edad parecida fue encontrada atrapada en pequeñas cavidades dentro de rocas, y es incapaz de sostener la vida. En cambio, el agua hallada en la mina canadiense de Timmins mana de las rocas a un ritmo de casi dos litros por minuto. Tiene características similares a las del agua, mucho más joven, que fluye de una mina a 2,8 kilómetros de profundidad en África y que es capaz de sostener vida microbiana.
Los científicos todavía no saben si el sistema de conductos descubierto en el subsuelo de Ontario, que permite la circulación de fluidos, incluyendo esa agua del pasado remoto, sustenta formas de vida. Pero ya lo están investigando.
Lo que sí está ya claro es que el hallazgo ha permitido identificar un modo en que los planetas pueden crear, y preservar durante miles de millones de años, un entorno favorable para la vida microbiana. Esta modalidad de entorno habitable no depende de que la superficie del planeta sea habitable. Por tanto, es factible que en el subsuelo de Marte existan bolsas de agua similares, y acaso algunas alberguen vida microbiana.
Antes del hallazgo de esta masa de agua en el subsuelo de Canadá, la masa de agua de características parecidas que se consideraba como la más antigua conocida de la Tierra era la que reposa a gran profundidad en el subsuelo de la Cuenca de Witwatersrand, en Sudáfrica. Barbara Sherwood Lollar también participó en una investigación sobre esa agua sudafricana.
Los científicos todavía no saben si el sistema de conductos descubierto en el subsuelo de Ontario, que permite la circulación de fluidos, incluyendo esa agua del pasado remoto, sustenta formas de vida. Pero ya lo están investigando.
Lo que sí está ya claro es que el hallazgo ha permitido identificar un modo en que los planetas pueden crear, y preservar durante miles de millones de años, un entorno favorable para la vida microbiana. Esta modalidad de entorno habitable no depende de que la superficie del planeta sea habitable. Por tanto, es factible que en el subsuelo de Marte existan bolsas de agua similares, y acaso algunas alberguen vida microbiana.
Antes del hallazgo de esta masa de agua en el subsuelo de Canadá, la masa de agua de características parecidas que se consideraba como la más antigua conocida de la Tierra era la que reposa a gran profundidad en el subsuelo de la Cuenca de Witwatersrand, en Sudáfrica. Barbara Sherwood Lollar también participó en una investigación sobre esa agua sudafricana.
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