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Una nueva investigación sobre si las bacterias tienen organización a escala de población en la naturaleza, revela que estos microorganismos pueden tener estructuras sociales similares a las de plantas y animales.
Los autores del estudio analizaron interacciones hostiles entre bacterias.
En estos actos, las bacterias producen sustancias que usan como arma química, para obtener una ventaja competitiva al obstaculizar directamente la supervivencia de competidores potenciales.
Esto suele ocurrir cuando hay bacterias que compiten por la misma parte de su hábitat.
Los resultados de la investigación muestran que algunos individuos en grupos de bacterias estrechamente emparentadas tienen la capacidad de producir compuestos químicos que matan o detienen el crecimiento de otras poblaciones de bacterias en el entorno, pero que no perjudican a su propio grupo.
Lo descubierto por el equipo de Otto Cordero y Martin Polz del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y sus colaboradores del Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar y del Instituto Oceanográfico de Woods Hole en Massachusetts, sugiere que las bacterias en el medio ambiente pueden desempeñar diferentes funciones sociales y que la competencia se produce no sólo entre bacterias individuales, sino también entre poblaciones coexistentes y siguiendo criterios que podrían etiquetarse como sociales.
Usualmente, se ha venido considerando que las bacterias son organismos cien por cien egoístas y que las poblaciones de bacterias son simples grupos de clones, pero cada vez está más claro que muchas especies tienen una clara estructura social en sus poblaciones.
En estos actos, las bacterias producen sustancias que usan como arma química, para obtener una ventaja competitiva al obstaculizar directamente la supervivencia de competidores potenciales.
Esto suele ocurrir cuando hay bacterias que compiten por la misma parte de su hábitat.
Los resultados de la investigación muestran que algunos individuos en grupos de bacterias estrechamente emparentadas tienen la capacidad de producir compuestos químicos que matan o detienen el crecimiento de otras poblaciones de bacterias en el entorno, pero que no perjudican a su propio grupo.
Lo descubierto por el equipo de Otto Cordero y Martin Polz del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y sus colaboradores del Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar y del Instituto Oceanográfico de Woods Hole en Massachusetts, sugiere que las bacterias en el medio ambiente pueden desempeñar diferentes funciones sociales y que la competencia se produce no sólo entre bacterias individuales, sino también entre poblaciones coexistentes y siguiendo criterios que podrían etiquetarse como sociales.
Usualmente, se ha venido considerando que las bacterias son organismos cien por cien egoístas y que las poblaciones de bacterias son simples grupos de clones, pero cada vez está más claro que muchas especies tienen una clara estructura social en sus poblaciones.
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