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Una reciente investigación ha revelado que la recuperación tras la mayor extinción en masa de todos los tiempos en la Tierra duró unos 10 millones de años.
Ilustración de un ecosistema dominado por los microbios después de la extinción. (Fotos: John Sibbick)
La extinción más grande de la historia de la Tierra ocurrió hace alrededor de 250 millones de años, durante la etapa final del Periodo Pérmico. En esa época, todos los continentes estaban agrupados en un supercontinente llamado Pangea. El medio ambiente variaba desde el propio de las zonas de desierto hasta el típico de los bosques frondosos. En esa extinción, alrededor del 95 por ciento de la vida marina y el 70 por ciento de la vida terrestre se extinguieron. La idea más aceptada es que se desencadenaron erupciones volcánicas cuya lava incendió inmensos yacimientos de carbón, con el resultado de emisiones colosales de dióxido de carbono y otras sustancias tóxicas que exterminaron a cuantiosas formas de vida. Eso provocó además un cambio climático abrupto.
En la actualidad se debate mucho sobre cómo la vida se recuperó de este cataclismo, si fue rápida o lentamente.
En una nueva revisión de resultados de estudios, Zhong-Qiang Chen, de la Universidad de Geociencias de Wuhan, en China, y Michael Benton de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, han determinado la duración más probable de ese periodo de recuperación, llegando a la conclusión de que fue de unos 10 millones de años.
Al parecer, dos factores causaron que la recuperación durara ese tiempo: la propia intensidad de la catástrofe y la persistencia de condiciones hostiles en la Tierra después de la primera oleada de extinción.
La catástrofe de finales del Pérmico, que ha sido con mucha diferencia el desastre biológico más drástico que ha afectado a la vida en la Tierra, fue provocada por una serie de alteraciones físicas del medio ambiente, incluyendo calentamiento global, lluvia ácida, acidificación de los océanos y anoxia marina.
El nuevo estudio de revisión muestra que estas condiciones hostiles continuaron presentándose, a rachas, durante un periodo de entre cinco y seis millones de años después de la catástrofe inicial.
Algunos grupos de animales marinos y terrestres sí se recuperaron con rapidez y comenzaron a reconstruir sus ecosistemas, pero posteriormente sufrieron más adversidades. La vida no se había recuperado realmente en estas primeras etapas tras la Gran Extinción, porque todavía no se habían establecido ecosistemas permanentes. Cuando la vida parecía estar volviendo a la normalidad, se desencadenaba otro percance que la hacía retroceder.
Finalmente, después de que las adversidades ambientales dejaron de ser tan graves, aparecieron ecosistemas más complejos. En el mar surgieron nuevos grupos, como langostas y cangrejos primitivos, así como los primeros reptiles marinos, y estos animales formaron la base de ecosistemas firmes.
Tal como razona Benton, a menudo creemos que las extinciones en masa son del todo negativas, pero en este caso la extinción condujo a que emergieran y prosperasen nuevos grupos. La catástrofe llevó a la evolución por un nuevo sendero.
En la actualidad se debate mucho sobre cómo la vida se recuperó de este cataclismo, si fue rápida o lentamente.
En una nueva revisión de resultados de estudios, Zhong-Qiang Chen, de la Universidad de Geociencias de Wuhan, en China, y Michael Benton de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, han determinado la duración más probable de ese periodo de recuperación, llegando a la conclusión de que fue de unos 10 millones de años.
Al parecer, dos factores causaron que la recuperación durara ese tiempo: la propia intensidad de la catástrofe y la persistencia de condiciones hostiles en la Tierra después de la primera oleada de extinción.
La catástrofe de finales del Pérmico, que ha sido con mucha diferencia el desastre biológico más drástico que ha afectado a la vida en la Tierra, fue provocada por una serie de alteraciones físicas del medio ambiente, incluyendo calentamiento global, lluvia ácida, acidificación de los océanos y anoxia marina.
El nuevo estudio de revisión muestra que estas condiciones hostiles continuaron presentándose, a rachas, durante un periodo de entre cinco y seis millones de años después de la catástrofe inicial.
Algunos grupos de animales marinos y terrestres sí se recuperaron con rapidez y comenzaron a reconstruir sus ecosistemas, pero posteriormente sufrieron más adversidades. La vida no se había recuperado realmente en estas primeras etapas tras la Gran Extinción, porque todavía no se habían establecido ecosistemas permanentes. Cuando la vida parecía estar volviendo a la normalidad, se desencadenaba otro percance que la hacía retroceder.
Finalmente, después de que las adversidades ambientales dejaron de ser tan graves, aparecieron ecosistemas más complejos. En el mar surgieron nuevos grupos, como langostas y cangrejos primitivos, así como los primeros reptiles marinos, y estos animales formaron la base de ecosistemas firmes.
Tal como razona Benton, a menudo creemos que las extinciones en masa son del todo negativas, pero en este caso la extinción condujo a que emergieran y prosperasen nuevos grupos. La catástrofe llevó a la evolución por un nuevo sendero.
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