sábado, 23 de febrero de 2013

INVESTIGAN EL CLIMA DEL PASADO EN LA FORMACIÓN DE ESTALACTITAS Y ESTALAGMITAS

noticiasdelaciencia.com

La investigadora del Proyecto Atapuerca Virginia Martínez Pillado ha obtenido la Ayuda Fundación Repsol de la Fundación Atapuerca correspondiente a 2013, con la que podrá avanzar en el tema que centra su tesis doctoral, el estudio del clima del pasado en la formación de los denominados espeleotemas, las estalactitas y las estalagmitas. La investigación, dirigida por Arantza Aranburu, se está desarrollando en las cuevas que forman el llamado Sistema Kárstico de Cueva Mayor. Como detalla la investigadora, a lo largo de millones de años “estas cavidades han sido testigo de la evolución del relieve y del paisaje exterior, conservando en su interior pequeños vestigios del pasado, como son los espeleotemas”.


Los espeleotemas son los tesoros más valiosos que las cuevas albergan para obtener información sobre los cambios en el clima y en el medio ambiente del pasado. (Foto: DICYT)


Según señala, más allá de la belleza externa de estas formaciones, se tratan de “testigos mudos de las transformaciones de nuestro mundo”. “Si logramos desentrañar su historia y comprender cómo se han formado, descubriremos que nos hablan de tiempos pasados en los que la Tierra era diferente a como la conocemos. Nos hablan de tiempos fríos, glaciares y tormentas, y nos hablan también de épocas cálidas y tropicales”, asegura. Además, agrega, también ofrecen información de otros humanos “con los que convivieron hace miles de años y que dejaron su huella en ellas”. 
En este marco, la labor de la investigadora consiste “en aprender su lenguaje y traducir sus palabras, dando así a conocer cómo era el clima en las épocas remotas en las que nuestros antepasados más antiguos habitaban la Sierra de Atapuerca”. Esta disciplina, denominada paleoclimatología, utiliza como “registros naturales” no solo los espeleotemas, sino también los núcleos de hielo de los glaciares, los anillos de crecimiento de los árboles, los corales o los registros de polen fósil. 
En cuanto a la formación de los espeleotemas, estalactitas y estalagmitas, Martínez Pillado recuerda que se producen generalmente en el interior de cuevas de roca caliza que están prácticamente cerradas al exterior. Cada una de sus morfologías está ligada a un proceso de formación diferente que da una idea básica “de cómo ha comenzado su crecimiento dentro de la cueva”.


“Todas ellas necesitan aportes de agua desde el exterior para formarse, agua que reciben de la lluvia. Las gotas de lluvia, al caer al suelo, se filtran a través de grietas y fisuras del terreno y van recogiendo en disolución diversos elementos y minerales (generalmente calcita y aragonito) hasta llegar a la cueva. Allí, se produce un proceso de desgasificación de las gotas por el cual los minerales que había en disolución van cristalizando (o mejor dicho, precipitando). Con el paso del tiempo, desde unos pocos años hasta cientos de miles, y gota tras gota, van creciendo estos cristales llegando a formar los espeleotemas que conocemos”, explica la investigadora en el pasado número del Periódico de Atapuerca, al que ha tenido acceso DiCYT. 
En este sentido, apunta, la cantidad de minerales que pueda disolver la gota de lluvia a su paso por el suelo depende de la cobertera vegetal que exista por encima de la cueva, así como de la temperatura, lo que condiciona el tipo de cristal de cada capa y su grosor. “Analizando cada etapa de cristalización dentro del espeleotema podremos saber si en el exterior había un clima más cálido o más frío. Asimismo, según la cantidad de lluvias que haya en ese periodo, observaremos una diferente velocidad de crecimiento de los cristales. Así, si encontramos cristales de gran tamaño supondremos que llovía con mayor frecuencia que si encontramos cristales más pequeños”, agrega. 
Al margen del estudio de estos cristales, se puede realizar un análisis de los elementos químicos que estaban presentes en las gotas de agua “a partir de los isótopos estables de oxígeno y de carbono”, a través de los cuales es posible deducir “a qué temperatura se formaron los cristales”. “Como la temperatura en el interior de una cueva es igual a la temperatura media del exterior, el estudio isotópico de los espeleotemas nos informa de las características del clima en épocas remotas”, añade. 
Finalmente, en cuanto a la ubicación de todos estos resultados en el tiempo, la investigadora señala que disponen de una herramienta de datación “de gran precisión”, un método de desintegración radioactiva del uranio. “Los átomos de uranio, con el tiempo, se van descomponiendo y se van convirtiendo en otros isótopos y en átomos “hijos” de torio, de manera que podemos relacionar cada etapa de crecimiento y su química correspondiente, y por tanto cada pequeña variación climática, con una edad muy concreta”, concluye.
En cuanto a la obtención de la Ayuda Fundación Repsol de la Fundación Atapuerca, Martínez Pillado asegura que contar con una beca o un contrato de investigación en la actualidad “es una ventaja al alcance de muy pocos, debido a la poca inversión en ciencia que se está realizando en el país”. (Fuente: CGP/DICYT)

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